Para
iniciar y acompañar a los jóvenes, resulta necesario conocer la forma de llegar
y conectar con ellos, con sus aspiraciones, deseos y preocupaciones, la forma
de trasmitir el mensaje de fe. En ese sentido, se debe tener muy claras las
claves de la sociedad en la que se mueven, los cambios de los estilos de vida,
la psicología propia de sus edades, su realidad familiar y, sobre todo, el
conocimiento directo de ellos mismos.
Por
lo tanto, hay que dedicarles tiempo y saber acercarse a ellos en ese
diálogo acertado, partiendo de la escucha y dejando hablar a las experiencias,
sentimientos, anhelos, y dudas, para provocar y suscitar en ellos la repuesta
de su vida y la aceptación del mensaje de Jesús. No puede descuidarse ese necesario
acompañamiento personal-individual, porque es ahí donde Jesús se encuentra con
cada uno, como lo hizo con los discípulos de Emaús, con el joven rico, con la
samaritana junto al pozo, o con Pedro, en ese diálogo directo cara a cara, encontrándose
con su mirada y sus palabras.
De igual manera, el acompañamiento
espiritual es mirar la vida de cada uno; cuando a los jóvenes se les pone en
contacto con sí mismos, descubren la sed que tenían de Dios y el deseo de encontrarse
con Él. La repuesta de fe es personal, después grupal y comunitaria, basándose
en la oración y la fuerza del Espíritu Santo.
Sin embargo, los jóvenes en su gran
mayoría se encuentran solos, sin apoyo en el momento oportuno, es decir, no se
cuenta con una propuesta de acompañamiento espiritual, sobre todo para los
adolescentes, que enfrentan muchas dificultades y que traen como consecuencia negativos
cambios de conducta, lastimándose ellos mismos y a los que los rodean;
necesitan apoyo ante sus problemas, buscan repuestas a sus inquietudes,
necesitan de personas que realicen un verdadero acompañamiento.
El acompañamiento
espiritual a jóvenes y adolescentes, es importante en su vida diaria, para que
conozcan, acepten, sigan y se comprometan con Jesucristo y su mensaje de
salvación; una vez transformados en
hombres nuevos, e integrando la oración y la acción, se convertirán en
protagonistas y gestores de la construcción de una sociedad más humana y justa.
Autor:
Seminarista Ayair
Oberto
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