martes, 31 de julio de 2018

Accesibilidad al conocimiento divino




Ese Dios en quien “nos movemos, existimos y somos; quien da la vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe; que es desde siempre y para siempre, nunca podría ser abarcable por nuestra inteligencia o nuestro deseo, siempre será para nosotros misterio”. Debe existir una postura, para llevar una vida espiritual que acarree al hombre ir descubriendo  la accesibilidad al conocimiento divino. Cada persona debe tener un modo propio definido sobre cómo encontrarlo, descubriendo que es el mismo Dios quien otorga la modalidad.

Dios equilibró desde el principio el conocimiento en el hombre, de tal modo que nunca puede llegar a conocer lo que Dios es, pero nunca puede ignorar que existe. En este encontrarse con Dios, Él lo quiere todo para el individuo, por eso el hombre debe perfeccionar al máximo toda modalidad que haya colocado en su interior, “el hombre de fe está absolutamente convencido desde el principio de que ha de dejar que Dios lleve las cosas por sus caminos, casi siempre incomprensibles”. Hay que dejar que Dios opere en este proceso, reconociendo que la obra la realiza Él mismo.

Dios es el fundamento por el cual se debe amar, no debe existir otra manera que ese amor, que es sin modo alguno. Él es el Ser más allá de todas las cosas, es un Ser sin modalidad. Por eso la condición por la que se le debe amar es sin modo, más allá de todo lo que pudiese decírsele, porque si se ama con una condición se puede limitar solo a ese modo, por ende exige al hombre la ausencia de forma de amarlo.

El concepto enfático y central que ayuda al hombre a encontrarse con Dios es el desasimiento. “El verbo alemán abescheiden significa separarse, apartarse, irse, despedirse, morir, resolverse”. Esto va conforme al hombre que puede vivir desasido, retraído, separado en medio del mundo. Cuando se miran todas las virtudes, propuesta por la teología, no se encuentra ninguna tan completamente inmaculada y tan capaz de relacionar al hombre con Dios, como lo es el desasimiento.

La vocación absoluta y total del ser humano debe ser la posesión de Dios, y un paso clave para ese encuentro es el desasimiento. Cuando ya ha encontrado el hombre un verdadero desasimiento no queda otra cosa que la posesión de Dios. La persona debe aprehender a Dios en todas las cosas y ha de acostumbrar su ánimo a tener siempre presente al Creador. La verdadera posesión de Dios, depende de la mente y de una afectuosa disposición hacia Él, no de un perenne y parejo pensamiento en Él mismo. El individuo debe estar compenetrado de la presencia divina y ser configurado a fondo con la forma de su Dios amado y hacerse esencial en Él, de modo que le resplandezca esta presencia sin esfuerzo alguno, y así logre desnudarse de todas las cosas y se mantenga completamente libre de ellas para que se haga visible esa imagen de Dios que se da por amor a la persona humana.

Quien, de tal manera, tiene presente al creador en todas las cosas y quien domina y usa su entendimiento en lo más elevado, conoce la verdadera paz y posee el legítimo reino de los cielos. Las obras humanas adquieren su bondad cuando la mente del hombre esté orientada únicamente hacia el Ser sin modalidad, y este es el hecho, en que toda persona tenga ese desasimiento interior para que así le dé cabida al Él, en medio de su vida, teniendo una dirección únicamente hacia el conocimiento divino.

Autor:
Seminarista Jhon Jairo Dávila


Fuentes:
García, José, “La voluntad de Dios”, Sal Terrae, Madrid, t. 98/6 (n. 1.146), Junio 2010, p. 511.
HAAS, Alois María, Maestro Eckhart, Barcelona-España, Herder, 2002, p. 33. 48-71
Rovira, Josep, “¿Por qué hablamos aún hoy de la Trinidad?, Sal Terrae, Madrid, t. 91/3 (n.1.065), Marzo 2003, p. 182.
Vives, Josep, Meditación sobre los ‘caminos de Dios’, Sal Terrae, Madrid, t. 83/4 (n. 978), Abril 1995, p. 255.

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