Reflexión al evangelio de S. LUCAS
14,1.7-14
Smta. Jean Carlos Garcia
Yean_garcia_10@hotmail.com
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los
principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los
convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te
conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan
convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al
otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar
el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último
puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más
arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el
que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al
que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque
corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a
pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te
pagarán cuando resuciten los justos».
Comentario: El
evangelista hoy nos habla del banquete, pero no de un banquete para ricos, ni
de un banquete de negocios, sino de una reunión familiar, donde el cariño y la
alegría son sus características, una comida sencilla, pero cercana, que une y
fortalece los lazos de sus comensales, hoy más que nunca debemos
tener presente este hermoso significado del compartir el pan Eucarístico y el
pan material.
Este es el
banquete que todos los cristianos debemos practicar, el de la empatía, la
cercanía y el compartir, donde la risa sea el distintivo, la unión una señal
inequívoca de amor y la fraternidad un banquete abierto a todos, no
sólo a unos pocos. La felicidad y la alegría abundan en todos los banquetes
donde las personas están a gusto, alrededor de la mesa se vive y experimentan
experiencias verdaderamente importantes e inolvidables. Esto debe ser una
Eucaristía, un banquete alrededor de la mesa compartida.
Debemos
ser agradecidos con la persona que nos invita por acordarse de nosotros, por
dejarnos participar, disfrutar y compartir con nosotros esos momentos.
Como
cristianos debemos agradecer a Jesús que siempre nos invita a participar en el
gran banquete de la Eucaristía, donde todos tenemos un asiento, sin
importar nuestra condición social, racial o de otra índole.