viernes, 29 de abril de 2016

En la memoria de Anatilia +27-04-16


Nota de Edición: Esté artículo fue publicado en el 2013 cuando nuestra hermana aún estaba en cuerpo presente con nosotros, y el articulista, Emerson Mora, era aún seminarista de nuestra casa de formación. Su re publicación es dada en homenaje a la mujer que tanto amó al sacerdocio. 

ANATILIA Y LAS ORDENACIONES PRESBITERALES EN LA ARQUIDIOCÉSIS DE MÉRIDA

Pbro. Emerson Mora Mora
emerson_canagua@hotmail.com

Desde el punto de vista socio cultural, el aspecto religioso con sus manifestaciones diversas, conocidas como religiosidad popular, enriquece la idiosincrasia del merideño. En cada pueblo, nuestra gente expresa su fe desde las procesiones, romerías, etc.; en la mayoría de los casos se ha inculcado desde la niñez un gran respeto y veneración a lo sagrado, y por ende a los representantes de lo sacro, es decir, a los sacerdotes. Cada pueblo tiene sus personajes típicos que trascienden en la historia por su forma de ser y de actuar. Así por ejemplo, en nuestra Arquidiócesis hay un persona que desde hace muchos años ha causado la admiración de muchos y es conocida por asistir prácticamente a todas las ordenaciones presbiterales y fiestas religiosas en los diferentes pueblos, desde los más cercanos hasta los más apartados de la ciudad. Su nombre: Anatilia Sosa de Rojas.

La “Tierra de las Orquídeas”, Aricagua, aldea Hato Viejo, le vio nacer un 4 de noviembre de 1962. Sus primeros años transcurren en el campo junto a su familia en la comunidad de Mocomboco de este acogedor pueblito sur merideño. A sus 15 años aproximadamente viene a Mérida para estudiar durante cinco años en el Colegio San José de la Sierra de las Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima, luego se va a Caracas donde permanece en un colegio de las Hermanas Salesianas.

Regresa a Mérida nuevamente y comienza a trabajar en un cafetín. Decide conformar una familia cristiana católica y se casa con el Sr. Narciso Rojas, nativo de San Pedro de Acequias, pero criado también en Aricagua. De esta unión matrimonial nacen cuatro hijos.

La Sra. Anatilia ha pertenecido a la Cofradía del Santísimo por más de veinte años, fue secretaria de la Cofradía en la Catedral y también participó en la Capilla del Carmen. Ahora hace vida parroquial activa en San Jacinto, tiene siete años de pertenecer al Movimiento de Cursillos de Cristiandad y asiste a la escuela de los Nuevos Ministerios.

Ir a una Ordenación Presbiteral en nuestra Arquidiócesis y no conseguir a Anatilia relativamente cerca de quien se ordena es inaudito. Siempre uno se pregunta ¿Por qué esta feligrés asiste a tantas ordenaciones y cómo hace para ir? Hace unos días conversaba con ella y me decía: “El motivo por el que asisto a tantas ordenaciones es porque es un acto muy sagrado. La ordenación de un sacerdote es algo que viene del cielo, que viene de Dios porque no todo mundo llega a ser Sacerdote. A mi me gusta porque yo vivo eso. No tiene comparación con otra cosa. Me llena el corazón una ordenación, la vivo a plenitud”.
Anatilia ha sido testigo presencial de alrededor de setenta ordenaciones, entre ellas ha asistido a la Consagración Episcopal de Mons. Baltazar Porras, Mons. Luis Alfonso Márquez y Mons. Alfredo Torres. Desde el año 1983 asiste, aunque con mayor frecuencia a partir de 1992.

Entre las ordenaciones presbiterales que recuerda y que ha asistido están la de los presbíteros Pedro Pablo Santiago, Petronio Carrero, José Trinidad Fernández, Leonardo Mendoza, Javier Muñoz, Juan de Dios Peña, Gerardo Salas, Numa Molina, Jhon González, Reinaldo Muñoz, Alirio Cadenas, Alexander Rivera, Luis Enrique Rojas, Amadeo Rossi, (+) Luis Edgardo Pérez, Railí Guerrero, Honegger Molina, César Serrano, Oscar Nuñez, Yan Darwin Rivas, Horacio Carrero, Alfredo Uzcátegui, Duglas Briceño, Douglas Carrero, George González, Jena Carlos Loaiza, Edduar Molina, Luis Morales, Verzanny Ramírez, Jonathan Zambrano, Nicolás Pérez, Jhonny Sánchez, Ramón Arellano, Adelfo Trejo, William Franco, Jesús Quintero, Pablo Castellano, Andrés Pérez, Jesús Rangel, Leonidas Montilla, José Alirio Contreras, Cornelio Marín, William Rosales, Amilcar lobo, José Ramírez, Luis Enrique Rodríguez, Javier Fernández, Humberto Maldonado, Ramón Paredes, Ronald Rojas, José Juan Flores, Jesús Montilva, John Cayama, Jorge Canadell, Jhon Emir Dugarte, Ramón Piñuela, Jilas Peña, Olivo Gómez, Ramón Rojas, Wuilliam Vázquez, José Luis García, Juan Cancio Márquez, Robinson Rondón, Edison Montilla, Gregory Lobo, Albeiro Ramírez, John Chacón, Ramón Parra, Gabriel Rivas, Abdón Araque, entre otros, incluyendo algunos religiosos.

En los últimos años se ha dedicado también a coleccionar el guion litúrgico de cada una de las ordenaciones para tenerlos como un recuerdo y para orar por cada uno de estos sacerdotes. Junto con el Padre José Juan Flores, sacerdote a quien la Sra. Anatilia quiere y admira mucho por toda la labor realizada en la construcción del nuevo Templo Parroquial de San Jacinto, fueron los padrinos de ordenación del Padre Narciso Nieto, nativo de El Chama pero incardinado en el Vicariato Apostólico de Tucupita.

En nombre de nuestro Seminario pedimos al Buen Dios que siga derramando bendiciones en su familia y que ese amor por los sacerdotes le ayude a seguir fiel en el discipulado, para seguir ayudando desde su condición a nuestra Iglesia merideña.


jueves, 28 de abril de 2016

La Buena Noticia del Domingo VI, Pascua / C.

Smta. Jesús Rincón
jesusdrs@hotmail.com


Juan 14,23-29:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: "Me voy y vuelvo a su lado". Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Les he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigan creyendo».

Comentario:
San Agustín decía: “si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”. El discípulo de Jesús se distingue por el amor a su Maestro y a sus hermanos. Amar a Jesucristo implica acoger sus palabras como nuestro tesoro, como el alimento que nos va constituyendo y dando vida; por lo tanto, desechar o ser indiferente a las palabras de Jesús es expresión de que no amamos realmente al Señor.
Los evangelios nos ponen en contacto directo con Jesús, nos revelan su amor personal, nos mueven a la fe y la adhesión. Si queremos entrar en una relación auténtica y fructuosa con Jesús debemos familiarizarnos con la Palabra de Dios, con la Biblia, con los evangelios; pues Jesús dice que “si permanecen en mi Palabra serán verdaderamente mis discípulos” (Jn 8,31). No hacen falta muchos cursos o instrucciones para leer la Palabra de Dios, pues, los bautizados poseemos el Espíritu Santo que nos ayuda en el encuentro con la Palabra y nos guía a la Verdad. Él nos ayuda a guardarla en la mente y el corazón, vivirla con alegría y anunciarla con fidelidad.

Padre bueno,
Señor Jesús, queremos amarte más.
Necesitamos experimentar tu amor,
sentirnos hijos del Padre.
Danos el Espíritu Santo,
para que nos haga recordar tu Palabra,
nos dé valentía para cumplirla con fidelidad
 y nos haga vivir en la Verdad.
Amén.

MONICIONES DEL 01 DE MAYO DE 2016 VI DOMINGO DE PASCUA




Smta. José Alfonso Morales
 eudesjosea@gmail.com

Monición de Entrada

Queridos hermanos y hermanas en cristo Jesús, sean bienvenidos al banquete eucarístico, estamos celebrando el VI domingo de pascua, tiempo de alegría y gozo, porque el Señor Jesús “Ha Resucitado del sepulcro”. La liturgia de hoy es una anticipación de la fiesta de Pentecostés; somos una comunidad reunida en el espíritu para celebrar los sagrados misterios. Deseamos también un feliz día a todos los trabajadores, y nos ponemos en oración al dueño de la mies para que bendiga y haga fructífera la obra que laboramos en el día a día.


Monición de la Primera Lectura.
Primera lectura: (Hch 15, 1-2. 22-29)

Escuchemos el relato de lo que se ha llamado el Primer Concilio de la Iglesia en Jerusalén. Donde se puso como centro de la fe cristiana, la profesión del credo en Jesús Resucitado, pues no basta con conformarse con las leyes y ritos judíos.

Monición de la Segunda lectura.
Segunda lectura: (Ap. 21, 10-10.22-23).

El libro del Apocalipsis nos coloca ante una realidad que aguarda la comunidad de fe. En su visión del Nuevo Cielo, san Juan contempló algo maravilloso: no había templo, porque el templo es el Cordero; la luz que ilumina la ciudad es la gloria de Dios y del Cordero. Preparemos, pues, nuestra vida para contemplar al Señor que se presenta como Cordero para nuestra salvación.

Monición del Evangelio
Evangelio: (Jn 14, 23-29)

En este pasaje evangélico, Jesús nos recuerda que somos posada para la gracia de Dios. Dios quiere hacer morada suya nuestra vida. Esta gracia se cultiva sobre la base del amor y el cumplimiento de su Palabra, basta abrirnos a la experiencia del Espíritu para que nos guie en este cometido. Escuchemos después del canto.


Oración Universal

1)   Oremos por todos los que ejercen un ministerio en la Iglesia, para que no decaigan sus ánimos ante la falta de resultados y recuerden siempre obedecer a más a Dios que a los hombres. Oremos al Señor

2)   Oremos por los gobernantes, para que ofrezcan oportunidades de trabajo a todos sus ciudadanos, promoviendo el desarrollo de la propiedad privada y pública. Oremos al Señor.

3)   Oremos por todos los trabajadores. Para que en medio de su labor identifiquen en sus talentos al Señor que se hace presente, y también, por aquellos que no tienen trabajo, aquellos que por falta de condiciones socio-productivas se ven obligados a cerrar sus empresas, haz que puedan superar la crisis y que fructifiquen para ellos nuevas oportunidades. Oremos al Señor.

4)   Oremos por quienes han sido llamados a una vida de consagración al Señor y hoy experimentan la tentación del abandono, para que resuene en su corazón el continuo llamado de Jesús a seguirlo. Oremos al Señor

5)   Oremos para que, después de haber celebrado esta misa dominical, caminemos junto a Jesús Resucitado durante toda la semana. Oremos al Señor.

6)   Oremos por todos nosotros y nuestras vivencias del amor de Dios, para que nos dé ojos para ver lo bueno que hay en los que nos rodean. Oremos al Señor.

martes, 26 de abril de 2016

Etimología del problema de la nada y la concepción del ser en la obra El ser y la nada de Jean Paul Sartre.

Smta. Jhon Jairo Dávila Calderón
Jhondavila2045@gmail.com


Jean Paul Charles Aymard Sartre, nació en París, Francia, el 21 de junio de 1905, en el seno una familia burgués. Sus padres fueron Jean Baptiste Sartre y Anne Marie Schweitzer. A los dos años muere su padre, se hace cargo de su educación su madre, mujer católica y, su abuelo materno Charles Schweitzer, el cual era calvinista. De esta doble vertiente procede la actitud mental del futuro filósofo. Debió superar muy pronto la tensión religiosa por la que fue inculcado en el seno familiar, iniciandose en el agnosticismo y después en un decidido ateísmo (Cfr. Urdanoz, 1988, p.p. 641-642). 

Fue una de las figuras más notorias de la filosofía francesa de los años posteriores a la II Guerra Mundial, “tanto sus dramas como sus obras filosóficas, han levantado en Francia un torbellino de entusiasmo que llega hasta la historia” (Hirschberger, 1978, p. 438). Así termina la vida de un gran escritor y filósofo del siglo XX, falleciendo el 15 de abril de 1980 a sus 75 años, dejando una gran producción de obras filosóficas, de teatro y novelas, donde se reconoce como gran dramaturgo, ensayista, conferencista y filósofo de la contemporaneidad.


El problema de la idea del ser y la etiología de la nada en la obra El ser y la nada de Jean Paul Sartre.

El comienzo de la filosofía es el fundamento presente y perdurable en todos los desarrollos sucesivos, y lo que permanece inmanente (cfr. Hegel 1968 P.67). De esta forma, se tomarán algunos conceptos de los pensadores que han aportado ideas al problema de la nada y a la concepción del ser, porque, desde el momento en que existe el hombre, acontece de algún modo el filosofar, el interrogarse constantemente por las cosas, sobre las cuestiones que lo rodean (cfr. Heidegger, 1929, p. 13).

En la Edad Antigua, los griegos, si bien no hablaron del término nada como problema filosófico, sí hablaron por medio de la cuestión parmenídea del ser y del no ser. Afrontaron el problema de la nada desde el punto de vista del ser, pero el hecho de que se plantearon la cuestión del no ser, confirma la preocupación por este problema (cfr. Mora. 2004, p. 2300). En el Medievo, se puede observar el problema de la nada, retomado lo tratado por los filósofos griegos, en especial Platón y Aristóteles, pero llevándolo a la dogmática cristiana (cfr. Heidegger, 1929, p. 11).

En la edad moderna se ve la nada como algo que no pertenece al ser, que está fuera de él. Será Hegel quien afirmará que el ser y la nada son igualmente indeterminados, porque la nada tiene la misma falta de determinación que el ser. (cfr. Mora, 2004, p. 2491). Cuando se habla del ser y de la nada en la Edad Contemporánea, dicen los autores que es un problema, que sólo la libertad radical del hombre permite enunciar significativamente tales proposiciones. Por eso, es la época en donde se encuentra mayor cantidad de significados a dicho término (cfr. Mora, 2004, p. 2493).

 El concepto de ser no es un concepto que sea definible, no se le puede dar ninguna contestación, lo único que puede se puede hacer es señalarlo, invitando al interlocutor a que dirija su intuición hacia un determinado sitio, en donde está el concepto (cfr. García y Zaragüeta, 1979, p. 43). El ser para Sartre, en cuanto sus estructuras y como se va revelando, resaltar que “el ser es simplemente la condición de todo develamiento: es ser-para-develar y no ser develado” (Sartre, 1993, p. 19). El primer ser que se encuentra es el ser de la aparición, por lo que, es un aparecer que no se opone a ningún ser, y está sostenida por su propio ser (cfr. Sartre, 1993, p. 18).

El ser para Sartre se divide en dos regiones, el en sí y el para sí. El ser en sí es lo que es, es opaco, macizo, es simplemente, no se puede dar más significado que lo que es. Este ser, esta pleno de sí mismo y no cabe imaginar plenitud más total que él, ya que no se encuentra en él ni menor vacío ni la menor fisura por la que pudiera deslizarse la nada, no hay en este el menor embozo de dualidad, por tanto la densidad de este ser es infinita y plena (cfr. Sartre, 1993, p. 108). En contraste Sartre lo ha denominado con tres características para darle repuesta a la pregunta ¿qué es el ser en sí? “El ser es. El ser es en sí. El ser es lo que es” (Sartre, 1993, p. 36).

El ser para sí es devalado por la conciencia, por lo tanto surge de un proceso o desgarramiento del en sí, es decir que necesita al ser en sí, este ser viene al mundo como un no y se da cuenta de sí mismo como no. El ser para sí es el ser humano en cuanto es consciente de su propio ser, en cuanto existe, como existente el para sí, es capaz de preguntarse por el ser de las cosas y por la razón misma de su existencia. Este ser lleva a descubrir en el ser humano la posibilidad que este tiene frente a los demás seres (cfr. Urdanoz, 2004, p. 661).

Para Sartre el para sí consiste en nihilizar el ser en sí, en este, aparece la nada y con la nada, la posibilidad de que el ser para sí pueda ser relevado en lo que es, contraponiéndose a lo que no es, la nada es la condición para que se revele el ser y la conciencia se constituya (cfr. Sartre, 1993, p.p. 143-149).

Uno de los aportes esenciales de esta obra, es el de cómo descubrir el origen y fundamento de la nada, desde un principio, la nada se da desde una interrogación, que es vista como un proceso humano, por el cual se debe mantener al frente al ser que interroga esperando una respuesta. Desde este punto de vista la interrogación se convierte en una variante de espera, que espera una respuesta del ser interrogado, en dicha respuesta, que puede ser sí o no, conduciendo a una afirmación o una negación. En este caso aparece la negación que se funda sobre el no que surge del desistir, que es la nada, esta negación emana de una conciencia y esto lleva a formularse la pregunta por el ser.

En este argumento se puede comprobar que la nada, tiene su origen en el juicio negativo, ella es la negación como ser, para que podamos interrogarnos por el ser, es preciso que exista la nada. Consecuentemente, la nada lleva al ser en su propio meollo, se da en el seno mismo del ser, es preciso que no se puede concebir a la nada fuera del ser, ni como noción complementaria; es necesario que se dé en el seno mismo del ser, “ya que nada hay fuera del ser” (Rius, 2005, p. 75).

De esta manera, se puede encontrar el ingreso de la nada, ya que no se puede lograr descubrir en el ser en sí porque “el en sí está pleno de sí mismo, y no cabe imaginar plenitud más total, adecuación más perfecta del contenido al continente: no hay menor vació en el ser, menor fisura por la que pudiera deslizarse la nada” (Sartre, 1993, p. 108). En este planteamiento se encuentra otra interrogante, es preciso preguntarse ¿en qué región del ser se da la nada? Como se puede observar el en sí no puede fundar nada, se funda a sí mismo al darse la modificación del para sí, es fundamento de sí mismo en cuanto no es ya en sí. Aquí se encuentra el origen de todo fundamento, porque si el ser en sí no puede ser, ni su propio fundamento, ni el de los demás seres, entonces el fundamento general tiene la entrada al mundo por medio del para sí (cfr. Sartre, 1993, p. 116).

El hombre se presenta, al menos en este caso, como un ser que hace surgir y desplegarse la nada en el mundo, en tanto que, con ese fin, se afecta a sí mismo de no-ser. Así, se ha logrado el objetivo de este estudio: “el hombre es el ser por el cual la nada adviene al mundo. Pero esta interrogante provoca en seguida otra: ¿qué debe ser el hombre en su ser para que por él la nada advenga al ser?” (Sartre, 1993, p. 60). Lo que hace que la nada advenga al mundo por el hombre, son sus tendencias, y en este caso el hombre tiende a la nada por medio de la conciencia y la libertad. A esta posibilidad que tiene la realidad humana de segregar una nada que la aísla, Descartes, después de los estoicos, le dio un nombre: es la libertad. El hombre toma conciencia de su libertad en la angustia, o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia de ser, y en la angustia la libertad está en su ser cuestionándose a sí misma.

lunes, 25 de abril de 2016

XIV Encuentro de Monaguillos: Una experiencia inolvidable

                                                                                                                               Smta. Pedro García
                                                                                                                          pedgar080@gmail.com


Fue todo un éxito este “XIV Encuentro y Jubileo de los Monaguillos de la Arquidiócesis de Mérida” A la actividad, que se llevó a cabo en las instalaciones del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura, asistieron más de quinientos veinte monaguillos de las diversas parroquias y rectorías de la Arquidiócesis, esta cantidad superó las expectativas.

En esta oportunidad, la temática del encuentro se basó en las obras de misericordia, por lo que se ubicaron estaciones donde los grupos de servidores del altar, previamente organizados por edades,  realizaron dinámicas y reflexionaron sobre cada una de estas obras, espirituales y corporales, que encuentran su fundamento en las Sagradas Escrituras.

Los padres y representantes de los monaguillos, participaron en una estupenda charla dirigida por el Pbro. John Emir Dugarte, Párroco de San Miguel Arcángel de Jají, donde tuvieron la oportunidad de compartir experiencias de fe.

Del Seminario de Mérida, se salió en peregrinación hasta la Catedral, con cantos de alegría y gritos de júbilos la ciudad de Mérida sintió el fervor de estos niños, jóvenes y adultos que sirven a Jesús en la liturgia de la Iglesia. Los monaguillos cruzaron la Puerta Santa de la Misericordia y participaron en la Eucaristía.

El Obispo Auxiliar, Monseñor Alfredo Torres, en la homilía pronunciada en la Santa Iglesia Catedral, exhortó a los Colegios de Monaguillos a seguir formándose como verdaderos servidores del altar y a participar con perseverancia y organización en el servicio. El prelado felicitó a los párrocos por la labor pastoral que hacen con los Colegios de Monaguillos de sus parroquias y recordó que los monaguillos deben ser en este año testigos de la misericordia de Dios.
El encargado de la Pastoral de los Monaguillos de nuestra Arquidiócesis de Mérida, Pbro. William Vázquez, leyó un mensaje enviado por nuestro Arzobispo, Monseñor Baltazar Porras, quien por obligaciones en la C.E.V. (Conferencia Episcopal Venezolana), no pudo acompañar a los monaguillos, sin embargo, les dirigió un mensaje de cercanía y afecto.

En esta actividad, y con motivo del Año de la Misericordia, se bendijo una Cruz de madera que estará visitando cada una de las parroquias; el Colegio de Monaguillos de Santa Lucia de Timotes, por ser el grupo más numeroso, fue el primero en llevar la santa cruz del Jubileo. Parroquias como Nuestra Señora de la Candelaria de Bailadores y San Miguel Arcángel de Jají compiten paralelamente en la cantidad de acólitos.

Muy animados y contentos quedaron los monaguillos, pues realmente disfrutaron de una experiencia inolvidable, compartieron  con otros jóvenes y recordaron que Dios nos pide que le amemos a Él primeramente y a los demás como a nosotros mismos.

El Padre William Vázquez agradeció el esfuerzo que los seminaristas realizaron para efectuar este XIV Encuentro de Monaguillos, fueron varias horas de minucioso trabajo y planificación que se demostró, sin duda alguna, en el éxito de esta actividad.

A todos Dios les pague y nos vemos en el XV Encuentro!!!


  

 

domingo, 24 de abril de 2016

AMORIS LAETITI SOBRE EL AMOR EN LAS FAMILIAS

CAPÍTULO I
A LA LUZ DE LA PALABRA


Smta. Juan Araujo
Araujoramírezjuan@hotmail.com

El Papa Francisco nos ha invitado a vivir la alegría del amor, en medio de nuestras familias las cuales son también el jubileo de la Iglesia. Nos afirma con claridad que es necesario salir de la infecunda contraposición entre la ansiedad de cambio y la aplicación pura y simple de las normas abstractas.

Su santidad Francisco escribe; “la Biblia, está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares” (2016, p. 09). Es a partir de este punto donde se comienza el camino de iluminación de la experiencia del amor familiar dentro de la Sagrada Escritura.

Por medio de este apartado el Papa nos explica el papel que debe desempeñar la pareja principal del hogar; es decir, el padre y la madre.

En el centro de nuestras familias encontramos la pareja del padre y la madre con toda su historia de amor. En ellos se realiza aquel designio primordial que Cristo mismo evoca con intensidad: “¿No hemos leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer?” (Mt 19,4). Este relato retoma el mandato del Génesis: “Por eso abandonará el hombre a su padre y madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (2, 24).

Podemos observar cómo los dos primeros capítulos del Libro del Génesis nos ofrecen una representación de la pareja humana en su realidad y en su totalidad fundamental. Es poder experimentar la creación del ser humano dentro de los planes divinos, “Dios creó, varón y mujer los creó” (Gen 1,27). Es sorprendente cómo Dios crea al hombre a su imagen y semejanza con el único objetivo de que sea feliz.

Por tanto “la familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina” (Juan Pablo II, 1979). Es decir, cada familia debe estar cimentada en el respeto, el diálogo, la confianza y de ahí surge el amor, el cual es la base fundamental de la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y corpórea sino también en su donación voluntaria de amor. El fruto de esta unión es “ser  una sola carne”, sea en el abrazo físico, sea en la unión de los corazones y de las vidas, y quizás, en el hijo que nacerá de los dos y el cual los unirá no solo genéticamente sino también espiritualmente.

Los hijos deben ser visto como “renuevos de olivo” (sal 128,3) es decir, llenos de alegría, de energía y de vitalidad. Si los padres son como los fundamentos de la casa, los hijos son como las piedras vivas de la familia (cf. 1P2, 5).

El Papa dice que “los padres tienen el deber de cumplir con seriedad su misión educadora, como enseñan a menudo los sabios bíblicos” (Francisco, 2016) además nos recuerda que los Hijos están llamados a acoger y practicar el mandamiento “Honra a tu Padre y a tu madre” (Ex 20, 12); es decir, dar cumplimiento de los compromisos familiares y sociales en su plenitud. En efecto, el que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros (Si 3,3-4).

Dentro del Evangelio también se nos recuerda que los hijos no son una propiedad de la familia, sino que tienen por delante su propio camino de vida. Y como ejemplo tenemos al mismo Jesús el cual se presenta como modelo de obediencia y respeto a sus padres terrenales (Cf. Lc 2,51). Y será esa familia la que tiene la responsabilidad de formarlo como un hombre de bien y que esté al servicio de los demás, aunque es el Hijo de Dios, se somete a ser educado y formado por su familia.

Por tanto, la familia no es un ideal abstracto sino un “trabajo artesanal” que se expresa con ternura pero que se ha confrontado también con el pecado desde el inicio, cuando la relación de amor se transforma en dominio. Es por ello, que la Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstracta, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, y la felicidad en plenitud.

Exhortación apostólica AMORIS LAETITI

 "EL AMOR EN LAS FAMILIAS"
Introducción a la Exhortación apostólica


Pbro. Wuilliam Vásquez.
Wvasquez18@hotmail.com
Formador del Seminario “San Buenaventura”

La Exhortación Apostólica postsinodal AMORIS LÆTITIA del Santo Padre Francisco está dirigida a los Obispos, Presbíteros y Diáconos, a los esposos cristianos y a todos los fieles laicos sobre el amor en familia. En su Introducción el Papa comienza afirmando que la alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia, y es que en medio de las numerosas señales de crisis del matrimonio, el deseo de familia permanece vivo, y eso motiva a la Iglesia, pues el anuncio cristiano sobre la familia es verdaderamente una Buena Noticia.

El camino sinodal permitió reflexionar sobre la amplia realidad de la familia en el mundo de hoy, su importancia, así como también fijar la mirada en la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Se hace una advertencia de que ciertos debates, tanto en los Medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, muchas veces están mal orientados, queriendo o cambiarlo todo sin reflexión profunda o resolverlo todo aplicando normativas generales con conclusiones excesivas.  

El Papa recuerda que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales, sin perder la unidad doctrinal y de praxis, no se puede impedir que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Sólo el Espíritu nos llevará a la verdad completa (cf. Jn 16,13). En cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, que respondan a  las tradiciones y a los desafíos locales.

El Papa en esta Introducción elogia el camino sinodal, conformado por dos Sínodos sobre la Familia,  las intervenciones de los Padres,  por la gran belleza y luz que ha brindado, agradeciendo tantos aportes que le han ayudado a contemplar los problemas de la familia en su amplitud, con sus preocupaciones honestas y sinceras. De este camino surge la Exhortación apostólica postsinodal que recoge todos estos aportes.  

Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia, ya que, en primer lugar, es una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores. En segundo lugar,  porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía sobre todo en las circunstancias más desafiantes.   

En el nº 6 el Papa explica lo que será el desarrollo del texto de la Exhortación apostólica, la cual comenzará con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras, desde allí  considerará la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra. 

Después recordará algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. A continuación destacará algunos caminos pastorales que nos orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicará un capítulo a la educación de los hijos. Luego se detendrá en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone, y por último planteará breves líneas de espiritualidad familiar.

Al término de su presentación el Papa señala que ha sido inevitable la extensión de la Exhortación, ya que es el fruto de un profundo camino sinodal de dos años, por lo cual recomienda no hacer una lectura general apresurada, pues para ser  mejor aprovechada debe ser profundizada pacientemente parte por parte. El Papa comprende el interés para los diferentes lectores de enfocarse sólo en los capítulos con que se identifiquen más, pero es necesaria una lectura detenida de todo el contexto. Finaliza expresando que la lectura de la Exhortación lleve a cada uno a cuidar con amor la vida de las familias.