Smta. Jhon Jairo Dávila Calderón
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Jean Paul Charles Aymard Sartre, nació en París, Francia, el 21 de junio de 1905, en el seno una familia burgués. Sus padres fueron Jean Baptiste Sartre y Anne Marie Schweitzer. A los dos años muere su padre, se hace cargo de su educación su madre, mujer católica y, su abuelo materno Charles Schweitzer, el cual era calvinista. De esta doble vertiente procede la actitud mental del futuro filósofo. Debió superar muy pronto la tensión religiosa por la que fue inculcado en el seno familiar, iniciandose en el agnosticismo y después en un decidido ateísmo (Cfr. Urdanoz, 1988, p.p. 641-642).
Fue una de las figuras más notorias de la filosofía francesa de los años posteriores a la II Guerra Mundial, “tanto sus dramas como sus obras filosóficas, han levantado en Francia un torbellino de entusiasmo que llega hasta la historia” (Hirschberger, 1978, p. 438). Así termina la vida de un gran escritor y filósofo del siglo XX, falleciendo el 15 de abril de 1980 a sus 75 años, dejando una gran producción de obras filosóficas, de teatro y novelas, donde se reconoce como gran dramaturgo, ensayista, conferencista y filósofo de la contemporaneidad.
El problema de la idea del ser y la etiología de la nada en la obra El ser y la nada de Jean Paul Sartre.
El comienzo de la filosofía es el fundamento presente y perdurable en todos los desarrollos sucesivos, y lo que permanece inmanente (cfr. Hegel 1968 P.67). De esta forma, se tomarán algunos conceptos de los pensadores que han aportado ideas al problema de la nada y a la concepción del ser, porque, desde el momento en que existe el hombre, acontece de algún modo el filosofar, el interrogarse constantemente por las cosas, sobre las cuestiones que lo rodean (cfr. Heidegger, 1929, p. 13).
En la Edad Antigua, los griegos, si bien no hablaron del término nada como problema filosófico, sí hablaron por medio de la cuestión parmenídea del ser y del no ser. Afrontaron el problema de la nada desde el punto de vista del ser, pero el hecho de que se plantearon la cuestión del no ser, confirma la preocupación por este problema (cfr. Mora. 2004, p. 2300). En el Medievo, se puede observar el problema de la nada, retomado lo tratado por los filósofos griegos, en especial Platón y Aristóteles, pero llevándolo a la dogmática cristiana (cfr. Heidegger, 1929, p. 11).
En la edad moderna se ve la nada como algo que no pertenece al ser, que está fuera de él. Será Hegel quien afirmará que el ser y la nada son igualmente indeterminados, porque la nada tiene la misma falta de determinación que el ser. (cfr. Mora, 2004, p. 2491). Cuando se habla del ser y de la nada en la Edad Contemporánea, dicen los autores que es un problema, que sólo la libertad radical del hombre permite enunciar significativamente tales proposiciones. Por eso, es la época en donde se encuentra mayor cantidad de significados a dicho término (cfr. Mora, 2004, p. 2493).
El concepto de ser no es un concepto que sea definible, no se le puede dar ninguna contestación, lo único que puede se puede hacer es señalarlo, invitando al interlocutor a que dirija su intuición hacia un determinado sitio, en donde está el concepto (cfr. García y Zaragüeta, 1979, p. 43). El ser para Sartre, en cuanto sus estructuras y como se va revelando, resaltar que “el ser es simplemente la condición de todo develamiento: es ser-para-develar y no ser develado” (Sartre, 1993, p. 19). El primer ser que se encuentra es el ser de la aparición, por lo que, es un aparecer que no se opone a ningún ser, y está sostenida por su propio ser (cfr. Sartre, 1993, p. 18).
El ser para Sartre se divide en dos regiones, el en sí y el para sí. El ser en sí es lo que es, es opaco, macizo, es simplemente, no se puede dar más significado que lo que es. Este ser, esta pleno de sí mismo y no cabe imaginar plenitud más total que él, ya que no se encuentra en él ni menor vacío ni la menor fisura por la que pudiera deslizarse la nada, no hay en este el menor embozo de dualidad, por tanto la densidad de este ser es infinita y plena (cfr. Sartre, 1993, p. 108). En contraste Sartre lo ha denominado con tres características para darle repuesta a la pregunta ¿qué es el ser en sí? “El ser es. El ser es en sí. El ser es lo que es” (Sartre, 1993, p. 36).
El ser para sí es devalado por la conciencia, por lo tanto surge de un proceso o desgarramiento del en sí, es decir que necesita al ser en sí, este ser viene al mundo como un no y se da cuenta de sí mismo como no. El ser para sí es el ser humano en cuanto es consciente de su propio ser, en cuanto existe, como existente el para sí, es capaz de preguntarse por el ser de las cosas y por la razón misma de su existencia. Este ser lleva a descubrir en el ser humano la posibilidad que este tiene frente a los demás seres (cfr. Urdanoz, 2004, p. 661).
Para Sartre el para sí consiste en nihilizar el ser en sí, en este, aparece la nada y con la nada, la posibilidad de que el ser para sí pueda ser relevado en lo que es, contraponiéndose a lo que no es, la nada es la condición para que se revele el ser y la conciencia se constituya (cfr. Sartre, 1993, p.p. 143-149).
Uno de los aportes esenciales de esta obra, es el de cómo descubrir el origen y fundamento de la nada, desde un principio, la nada se da desde una interrogación, que es vista como un proceso humano, por el cual se debe mantener al frente al ser que interroga esperando una respuesta. Desde este punto de vista la interrogación se convierte en una variante de espera, que espera una respuesta del ser interrogado, en dicha respuesta, que puede ser sí o no, conduciendo a una afirmación o una negación. En este caso aparece la negación que se funda sobre el no que surge del desistir, que es la nada, esta negación emana de una conciencia y esto lleva a formularse la pregunta por el ser.
En este argumento se puede comprobar que la nada, tiene su origen en el juicio negativo, ella es la negación como ser, para que podamos interrogarnos por el ser, es preciso que exista la nada. Consecuentemente, la nada lleva al ser en su propio meollo, se da en el seno mismo del ser, es preciso que no se puede concebir a la nada fuera del ser, ni como noción complementaria; es necesario que se dé en el seno mismo del ser, “ya que nada hay fuera del ser” (Rius, 2005, p. 75).
De esta manera, se puede encontrar el ingreso de la nada, ya que no se puede lograr descubrir en el ser en sí porque “el en sí está pleno de sí mismo, y no cabe imaginar plenitud más total, adecuación más perfecta del contenido al continente: no hay menor vació en el ser, menor fisura por la que pudiera deslizarse la nada” (Sartre, 1993, p. 108). En este planteamiento se encuentra otra interrogante, es preciso preguntarse ¿en qué región del ser se da la nada? Como se puede observar el en sí no puede fundar nada, se funda a sí mismo al darse la modificación del para sí, es fundamento de sí mismo en cuanto no es ya en sí. Aquí se encuentra el origen de todo fundamento, porque si el ser en sí no puede ser, ni su propio fundamento, ni el de los demás seres, entonces el fundamento general tiene la entrada al mundo por medio del para sí (cfr. Sartre, 1993, p. 116).
El hombre se presenta, al menos en este caso, como un ser que hace surgir y desplegarse la nada en el mundo, en tanto que, con ese fin, se afecta a sí mismo de no-ser. Así, se ha logrado el objetivo de este estudio: “el hombre es el ser por el cual la nada adviene al mundo. Pero esta interrogante provoca en seguida otra: ¿qué debe ser el hombre en su ser para que por él la nada advenga al ser?” (Sartre, 1993, p. 60). Lo que hace que la nada advenga al mundo por el hombre, son sus tendencias, y en este caso el hombre tiende a la nada por medio de la conciencia y la libertad. A esta posibilidad que tiene la realidad humana de segregar una nada que la aísla, Descartes, después de los estoicos, le dio un nombre: es la libertad. El hombre toma conciencia de su libertad en la angustia, o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia de ser, y en la angustia la libertad está en su ser cuestionándose a sí misma.
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