jueves, 7 de abril de 2016

"Pescas milagrosas"

La Buena Noticia del Domingo, III Pascual / C.

Smta. José M. Molero T.
 jmmtorres24@gmail.com


Juan 21,1-12

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

COMENTARIO
La iniciativa común de Pedro y de los otros no tiene resultado. “No pescaron nada”. ¡Cuántas noches de trabajo infructuoso recordamos en nuestra vida personal y apostólica! Aunque también, seguramente, “pescas milagrosas” que no se podían explicar por los meros recursos y méritos humanos, sino que se deben atribuir a la ayuda invisible de Cristo y de su Espíritu.
Fracasos y éxitos, alegrías y decepciones. Podemos aprender la lección del evangelio: cuando estaba Jesús, los discípulos lograban una pesca admirable; cuando no estaba, no conseguían nada. Igual nos pasa a nosotros. Es el Resucitado, que se nos “aparece” misteriosamente en su Palabra, en su Eucaristía, en la presencia continuada en nuestra existencia, quien hace eficaz nuestro trabajo. El aviso que dio a los suyos en la Última Cena vale también para nosotros: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,4).

Eso nos invita a no contar sólo con nuestros métodos y estructuras, sino a trabajar en el nombre del Señor, con una actitud de humildad, y a la vez con la confianza de que nuestro trabajo no será en vano.

Jesús nos da una lección magistral de tolerancia y perdón. Le pregunta, sencillamente: “¿Pedro, me amas más que estos?”, y Pedro contesta con humildad: “Señor, tú sabes que te quiero”. Se cuida mucho de no añadir que “más que los demás”. Pedro, el impulsivo, el que a pesar de sus defectos quería de veras a Jesús, tuvo aquí la ocasión de reparar su triple negación con una triple profesión de amor.

Agradezcamos al Señor su perdón; y aprender su lección de delicadeza y perdón: ¿hacemos fácil el camino de la rehabilitación a las personas que han cometido errores o fallos? ¿Qué cara les ponemos, qué palabras les dirigimos? ¿Tenemos capacidad de perdonar y olvidar? Jesús perdonó a Pedro y le restituyó su confianza, ¿somos imitadores de Jesús también en esto?

ORACIÓN
Manifiéstate de nuevo, Señor.
Sin ti no podemos hacer nada;
nuestra red sigue estando vacía y no sirve de nada el esfuerzo de echarla al mar.
Queremos ser dóciles a tu Palabra.
Haznos experimentar el poder de tu perdón que sana nuestras heridas,
y a pesar de nuestras debilidades, ayúdanos a permanecer en ti,
repitiendo humildemente: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo”.

MONICIONES DEL DOMINGO 07 DE ABRIL DE 2016

 07 DE ABRIL DE 2016 

III DOMINGO DE PASCUA



Smta. Jhonny Rondón
 jjrondon_19@hotmail.com


MONICIÓN DE ENTRADA

Querida familia en Cristo resucitado. Nos encontramos en la III Semana del Tiempo de Pascua y es propicia la ocasión para poner nuestra vida en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, y preguntarnos, como nos relatan las lecturas de hoy, ¿Cómo está mi misión como Iglesia? ¿qué tan fiel soy y cómo estoy respondiendo como discípulo de Cristo? Que hoy podamos renovar nuestro encuentro con el Señor y nos apresuremos al encuentro del otro, empezamos con alegría esta fiesta en el Señor.   

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.
Hechos 5:27-32, 40-41

Luego de la resurrección, los apóstoles son enviados a anunciar la conversión y el perdón de los pecados. Los ultrajes para ellos no significan un impedimento, sino el motivo para hacer este anuncio con mayor fidelidad y empeño. 

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA
Lectura del Libro Apocalipsis 5:11-14

El evangelista Juan muestra el deber de todo cristiano. Rendir a Jesucristo, nuestro salvador, honor, gloria y alabanza.  Que de nuestros labios brote una acción de gracias por aquél que dio su vida para librarnos del pecado. 

MONICIÓN AL EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 21:1-19

En Pedro y los otros seis discípulos se representa la totalidad de la Iglesia; Jesús quiere confirmar el amor que nos debe llevar no sólo a lanzarnos en el mar e ir a su encuentro, sino reconocerlo actuante y presente en la fracción del pan, es esa la presencia real de Jesús para la comunión en nuestra Iglesia. Escuchemos.  

ORACIÓN UNIVERSAL 

-Por el Papa Francisco y todos los pastores de nuestro pueblo, para que sepan confiar en el  amor que Jesús solicitó a Pedro y sean testigos y promotores de la comunión en la Iglesia, la fidelidad y la esperanza, oremos al Señor.

-Por los cinco poderes de gobierno que rigen el cauce de nuestra patria, para que mediante el diálogo y el entendimiento, busquen caminos de encuentro, que lleven como a los discípulos a reconocerse entre ellos, y sobre todo a reconocer al otro que clama mejores condiciones para vivir, oremos al Señor. 

-Por todos los necesitados. Los desamparados, los sin techo, los que no tienen un empleo digno, los que vagan por las calles de nuestras comunidades. Para que podamos ofrecer el amor que supo dar Jesús a sus discípulos, a pesar de que renieguen y no reconozcan el don tan hermoso que se nos ofrece, oremos al Señor. 

-Por toda esta asamblea reunida para conmemorar este tiempo de vivir como resucitados en Jesucristo el Señor. Para que no olvidemos la misión de vivificar a aquellos que están tristes y que nos piden una palabra de esperanza, oremos al Señor.