jueves, 5 de mayo de 2016

La Buena Noticia del Domingo

Ascensión del Señor, Pascua / C.

Smta. José Leonardo Basto
joseleonardobasto@gmail.com

Lucas 24,46-53:

En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”. Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

Comentario:
Celebramos en este domingo, la Ascensión del Señor, hecho último que relata el evangelista Lucas de la vida terrena de Jesús, una vez que ha resucitado y se ha aparecido a los discípulos. Es interesante meditar en torno a este hecho tan particular, debido a que: Jesús, rey de la gloria, después de ofrecerse como oblación por nuestros pecados, sube victorioso hacia al Padre, con el fin de llevar a la perfección lo que Él mismo había santificado. El evangelista coloca en boca de Jesús, que todo lo que estaba escrito, debía cumplirse en Él, es decir, Cristo es la plenitud de la revelación y el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.

Por esto, después de la pasión, Jesús se manifiesta resucitado a los discípulos y se deja ver por ellos durante varios días; lo hace para robustecer la debilidad de la fe de los discípulos, los cuales después de los hechos de la pasión se encuentran decepcionados, tristes, sin rumbo, ni sentido; pretenden volver a sus ocupaciones, pero lo que no sabían era que cuando Dios llama, nunca se retrae de su llamado. Ante esto, Jesús se aparece, comparte con ellos, les explica las Escrituras y los constituye en testigos fidedignos de lo acontecido: “Ustedes son testigos de esto”.  El cristiano, no puede ser un simple espectador de lo que acontece, debe convertirse en testimonio de los hechos fundantes que dan nueva vida.

Cuando Jesús asciende a los cielos, es decir, al lugar del Padre, no sólo asciende Él, sino que lleva a toda la humanidad consigo para restituir la dignidad humana, lo hace como Sacerdote eterno y ministro de la nueva alianza, que vive para interceder continuamente por nosotros ante el Padre y salvar al pueblo que confía en su misericordia. Así lo expresa el escritor sagrado: “Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo, mantengámonos firmes en nuestra confesión de fe. El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (Heb. 4, 14-16).

Jesús como Sacerdote eterno, se entrega completamente para la salvación de la humanidad y no escatima nada para hacerlo, incluso en los últimos momentos antes de ascender al Padre, promete a los suyos el Espíritu Santo, para que fueran sus testigos hasta los confines del mundo. El Espíritu Santo será el que enseñe y recuerde a los discípulos lo necesario para comprender paulatinamente el plan de salvación; será la fuerza, la presencia y el amor de Dios en medio de la humanidad.

Además, se presenta un elemento singular al final del texto expresado en: “Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios”.  Los discípulos no quedaron tristes por la partida de su Maestro, parece algo contradictorio, generalmente cuando alguien parte queda la sensación de soledad, tristeza y vacío y más en este caso, porque ellos no volverían a ver terrenamente a su Amigo, su Maestro. A este respecto, “En el gesto de las manos que bendicen se expresa la relación duradera de Jesús con sus discípulos, con el mundo. En su ascensión, Él viene para elevarnos por encima de nosotros mismos y abrir el mundo a Dios. Por eso, los discípulos pudieron alegrarse cuando volvieron de Betania a casa. Por la fe sabemos que Jesús, al bendecir, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegría cristiana” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, p. 339).

A grandes rasgos, celebrar la Ascensión implica: Valorar nuestra dignidad humana redimida por el Hijo; Orar ante el Padre para obtener misericordia por medio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote; Convertir nuestras vidas en testimonio ante el mundo por la fuerza del Espíritu Santo; y permanecer en la alegría porque la bendición de Jesús siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo. Por ello, que esta celebración de la Ascensión del Señor nos permita seguir a Jesucristo hasta al cielo para mantener allí nuestro corazón, y en definitiva nuestro tesoro. 


Señor Jesucristo, que ascendiste al Padre
como fundamento de nuestra esperanza
y primicia de la humanidad resucitada,
intercede siempre por nosotros
ya que estas sentado a la derecha del Padre.

Robustece nuestra fe para que seamos
capaces de anunciar la Buena Nueva del Evangelio
y concédenos, Señor, rebosar de alegría
para que en medio de las dificultades de esta vida
podamos mantener la esperanza en la misericordia
 que solo proviene de Ti.

Envía el Espíritu Santo para fortalecer nuestras vidas
y mantener en Ti nuestra mente y nuestro corazón,
para que un día podamos encontrarnos contigo
que eres la Resurrección y la Vida.
 Amén.




miércoles, 4 de mayo de 2016

MONICIONES DEL 08 DE MAYO DE 2016


MONICIONES DEL 08 DE MAYO DE 2016
VI DOMINGO DE PASCUA

Smta. Jimy peña
jimyalbert@hotmail.com

Monición de Entrada.

Hermanos todos en el Señor. Hoy celebramos el VI Domingo de Pascua bajo dos motivos especiales. En primer lugar, con la invitación de poner nuestra mirada en Jesús que asciende a los cielos con gloria y poder y nos deja la promesa de su Santo Espíritu que nos conducirá a la verdad plena. Y en segundo lugar, nuestra sociedad venezolana ora por todas las madres en su día. Que estos sentimientos de poner la mirada en Jesús y orar por nuestras madres nos lleven a redescubrir en esta celebración nuestra misión como testigos de alegría y esperanza. Pongámonos de pie para recibir al celebrante.
 
Monición a la Primera Lectura.
Primera Lectura: (Hch 1,1-11)

Lucas nos muestra un Cristo que padeció, murió y resucitó, pero en este momento está siendo elevado al cielo, da instrucciones, y deja su Santo Espíritu a los apóstoles que ha elegido, preguntémonos al escuchar la lectura, ¿debo reaccionar y ponerme en camino como cristiano para contemplar la gloria y el esplendor de Dios?.

Monición a la Segunda Lectura.
Segunda Lectura: (Efesios 1, 17-23).

La lectura que escucharemos a continuación precisa de qué trata el primado de Cristo en el cielo. Pues, Dios permite que cada hombre alcance la sabiduría necesaria para conocerlo, Él va iluminando y permitiendo que el llamamiento forme parte de la herencia eterna para todo el que confié profundamente y crea en sus palabras.  Escuchemos con atención.

Monición al Evangelio.
Evangelio: (Lc 24, 46-53).

El evangelista Lucas, en consonancia con la primera lectura, nos presenta el gran mandato de predicar la Buena Nueva. Este anuncio invita a todos para volver a Dios y obtener el perdón de los pecados. También, propone cómo la bendición de Dios llega hoy a todos sus hijos, apresurémonos a contemplar al Señor bajo la acción pronta de su Santo Espíritu, que en pentecostés se nos da como cumplimiento de la promesa divina. Escuchemos.

Oración Universal.

A cada petición respondemos: Envíanos, Señor tu Santo Espíritu.

L. Mira señor los corazones de tu siervo, el Papa Francisco, los obispos y sacerdotes que tú elegiste para gobernar tu pueblo santo, protégelos y bendícelos, apártalos del enemigo que habita este mundo, y envíales la fuerza de tu espíritu para que no sucumban ante las adversidades. Roguemos al Señor.

L. Te pedimos por aquellos que se encuentran alejados de la Iglesia, descarriados en el mundo de las drogas, la prostitución y el materialismo absoluto, para que tú con misericordia los ayudes a acercarse nuevamente a la fe que un día profesaron fielmente a través de su bautismo. Roguemos al Señor.

L. Te pedimos por la situación de nuestro país, Venezuela, ayuda a los gobernantes a encontrar una salida pacífica a nuestras situaciones económicas, políticas y sociales, que podamos seguir luchando por nuestra dignidad en un país libre y democrático. Roguemos al Señor.

L. Mira Señor con ojos de misericordia aquellos que dedican su vida a transmitir el Evangelio, anunciando la Buena Nueva por los medios de comunicación, bendice su apostolado y entrega generosa. Roguemos al Señor.

L. Celebramos en este segundo domingo del mes de mayo, el día de las madres. Te pedimos por todas ellas, por las que sufren el abandono de sus hijos, las marginadas, las solteras, la que son padre y madre, por aquellas que son amenazadas por el día a día para que tú Señor las bendigas y las protejas siempre, que ellas puedan encontrar siempre su consuelo en ti. Roguemos al Señor








martes, 3 de mayo de 2016

AMORIS LAETITI SOBRE EL AMOR EN LAS FAMILIAS

CAPÍTULO II
REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS

Smta. Luis Salas
Luis_alejandro_s@hotmail.com


La familia, sin duda alguna, es la fuente y el oasis del cual emana una sociedad estable en todos sus ámbitos. No obstante, en la actualidad es común escuchar preguntas en cuanto al por qué de tantos matrimonios fracasados, hogares disueltos y familias destrozadas; por lo que es sumamente necesario, fijar la mirada en los actuales y cada vez más comunes problemas y realidades de nuestra convulsionada sociedad, que afectan la integridad del matrimonio y la familia.

Ante estos numerosos desafíos, los obispos presentes en el Sínodo de la Familia realizado recientemente, también han querido exponer su punto de vista, tal como nos lo muestra el Papa Francisco en el capítulo segundo de la Exhortación Apostólica "Amoris Laetitia", que hace unos días ha compartido con el mundo entero.

Entre los muchos factores de nuestro mundo actual, que inciden de manera significativa y negativa sobre la familia; es posible notar que el ritmo acelerado de la vida hace que se promueva un evidente individualismo entre los miembros de la familia, con el que cada uno termina siendo una especie de “isla” y viendo al hogar como un simple “lugar de paso” (AL, n°33ss).

Reiteradamente se pierden valiosas oportunidades para el encuentro y la convivencia familiar por diversas causas, como la multiplicidad de compromisos laborales que llevan a vivir una esclavitud por el trabajo, la adicción a elementos tecnológicos tales como la televisión, y muchos otros factores, que desplazan y empobrecen hábitos tan necesarios en el hogar, como el de comer juntos.

De la misma forma, es posible evidenciar la pérdida del ideal del Matrimonio como compromiso estable, porque en la cultura de nuestro tiempo, que el Papa llama, “cultura de lo provisorio” se ha sembrado la creencia de un amor momentáneo, efervescente y pasajero, al estilo de las “redes sociales” creyendo que es algo que “se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor” y que tristemente se mantiene mientras convenga (cf. AL, n°39).

Se propaga entre los jóvenes el temor a casarse y formar una familia, mayormente por la carencia de una estabilidad laboral y económica favorable; así como también ante la difusión de una ideología cimentada en los fracasos de otros matrimonios, que denigra y hace poco atractiva la idea de vivir este sacramento a plenitud, el cual termina por ser concebido con un "peso a soportar toda la vida" (AL, n°39) y no como un proyecto de amor en común.

Es necesario apoyar a los matrimonios que constantemente atraviesan crisis matrimoniales, las cuales a menudo "se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio" (AL, n°41); aunque son múltiples las causas de tantas familias destruidas, la primera es debilitamiento de la fe y la ausencia de Dios (cfr. AL, n°43) de la que se derivan muchos más factores como la falta de afecto y comunicación, la violencia intrafamiliar, el alcoholismo y la drogodependencia.

Son muchísimos más los obstáculos que truncan la vida matrimonial y familiar hoy en día, que varían e inclusive se agudizan en algunos países donde la realidad de la migración y la pobreza extrema también afecta sobremanera.

Por esta razón, cada enseñanza de esta providencial exhortación postsinodal, que el Papa Francisco nos brinda como instrumento de Gracia, es verdaderamente digna de ser escudriñada y reflexionada en su totalidad, de manera particular las del capítulo II, para que de esta forma podamos reconocer con más claridad los desafíos a los cuales se ve sometida la familia día tras día.


Por consiguiente, ante las causas de tan numerosas rupturas matrimoniales y familiares, no basta con quedarnos sólo en el lamento ni muchos menos pretender formar familias "perfectas" con una evangelizacion adoctrinada y basada en la imposición de normas a modo de "piedras muertas para lanzarlas contra los demás" (AL, n°49), sino "despertar una creatividad misionera" (AL, n°57) que provea instrumentos útiles para que las familias aún en medio de tantas realidades, obstáculos y caídas, caminen hacia la plenitud en y desde el amor, con Dios como su centro y fundamento.