Jorge Rosales
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Juan 20,19-23:
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
“La paz esté con ustedes”.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús:
“La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.
Comentario:
Este domingo de Pentecostés la atención se centra en estas palabras de Jesús: “Recibid el Espíritu Santo”. Estas palabras vienen acompañadas del gesto de “exhalar su aliento”, el mismo gesto con que Dios crea al ser humano, según la versión griega de Génesis expresada en el capítulo 2 versículo 7. Por lo tanto, con la entrega del Espíritu, Jesús está recreando al ser humano, lo hace “nacer de nuevo” y, “nacer del Espíritu”.
La comunidad de discípulos recibe el Espíritu quedando capacitada para ser mediadores del perdón de Dios, “a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. Un perdón para aquellos que lo pidan y se arrepientan de corazón. En este evangelio, al hablar de “pecados”, se refiere propiamente a la posición que se toma contra Jesús, “pecado, porque no creen en mí” (16, 9). Quien acepta el testimonio de Jesús ha “dejado el pecado”. De esta situación nos quiere sacar Jesús, Él lo dice: “he venido al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas” (12, 46). Finalmente, el Resucitado envía a la comunidad a dar ese mismo testimonio, “como el Padre me envió, así los envío yo”; de modo que, todo auténtico cristiano es un enviado al mundo, revestido del Espíritu, para dar testimonio del Resucitado.
Espíritu Santo,
Tú eres el aliento del Padre y del Hijo
en la eternidad dichosa;
tú nos has sido enviado por Jesús
para hacernos comprender lo que él nos ha dicho
y guiarnos hacia la verdad plena;
tú eres para nosotros aliento de vida,
aliento creador, aliento santificador;
tú eres quien renueva todas las cosas.
Humildemente te pedimos
que nos animes y habites en nosotros,
en cada uno de nuestros hogares;
como un lugar de amor,
un camino de felicidad
y un medio de santidad.
AMÉN.