Para el hombre religioso, una vida alejada del culto a Dios carece de
sentido. Desde sus inicios ha elevado oraciones, plegarias, para que le
escuche, le proteja o le consuele. Según sea el caso, la tradición del pueblo
escogido por Yahvé, ha plasmado la interacción entre lo divino y lo terrenal.
Esta interacción es el resultado de una religiosidad enraizada en todos los
ambientes de la vida del hombre. En consecuencia, Jesús adopta esta cultura y
la lleva a plenitud entregándose como sacrificio en la cruz.
Una mirada al sacrificio histórico de Cristo demuestra la existencia de
un misterio que no ha sido comprendido del todo. Se relata una muerte que ha
trascendido en el tiempo y que se perpetúa como oblación perfecta en cada Misa
celebrada en todo rincón del mundo. Dentro de estas conmemoraciones, las
plegarias eucarísticas establecen el punto culmen de la litúrgica católica.
Conocer su contenido introduce al creyente en la historia de la salvación y lo
involucra en el sacrificio que se ofrece, se hace partícipe en el encuentro
comunitario y se apertura al encuentro personal con Jesucristo presente entre
la asamblea.
El núcleo de la plegaria eucarística es el relato de
la Cena del Señor. En ella se desarrolla la alabanza y la acción de gracias al
Padre por la salvación de los hombres, la invocación del poder de Dios para
actualizar la Cena de Jesús, y el anuncio de la obra redentora de Cristo. El
sacrificio eucarístico es ofrecido por la Iglesia universal, quien pide la paz
y la unidad. Es Cristo quien se hace presente y quien actúa a través del
sacerdote.
En este sentido, la
Pascua del pueblo de Israel que recordaba la salida presurosa de Egipto, era
una señal de libertad y de estar ya en su propia casa. No obstante, la nueva
connotación, esto es mi cuerpo y esta es mi sangre, define la Nueva
Alianza que perfecciona la institución de la Pascua (cf. Ex 12,1-14) con la inmolación del cordero, y la escena del
Sinaí (cf. Ex 24:3-8), con la alianza entre Yahvé y el pueblo mediante
el sacrificio y aspersión de la sangre.
En la pascua cristiana, el Cordero de Dios, es inmolado en la cruz y
comido en la Cena. Es una renovación del misterio salvífico de la entrega de
Jesús perpetuado en la Misa como sacrificio de comunión, conmemoración de la
muerte de Cristo y banquete escatológico. Todo esto se condensa en las
Plegarias Eucarísticas, punto central y momento culminante de la celebración
donde se demuestra el carácter sacrificial de la Santa Misa.
En las plegarias se
subraya el interés por centrar la acción de gracias en el mismo Cristo y en su
entrega amorosa desde la pascua. Sintoniza el espíritu de la liturgia con las
necesidades del hombre como ser espiritual. Partiendo desde la historia
salvífica, inspirándose en la reforma
conciliar, se desarrolla refriéndose a textos bíblicos con la intención de
guiar al hombre pecador, a fin de crecer y alcanzar su perfección en Jesús.
La Iglesia actúa recordando
el mandato del Señor “haced esto en memoria mía” (Lc 22,19), y de la
exhortación de Pablo “pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa,
anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Cor 11,26), prolongando,
incruenta y misteriosamente, la entrega de Cristo en el altar. La conmemoración
litúrgica no es un recuerdo de un hecho pasado en la concepción lineal del
tiempo, sino una actualización permanente del sacrificio.
Autor:
Seminarista Germán Piña
No hay comentarios:
Publicar un comentario