jueves, 2 de agosto de 2018

Acción misionera como entrega a los más necesitados




El Señor Jesús, antes de subir al cielo y regresar al Padre, fundó su Iglesia como sacramento de salvación, enviando a los Apóstoles a todo el mundo con estas palabras: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,18). Por ello, el trabajo que la Iglesia hace para anunciar el Evangelio, en un contexto esencialmente de peregrinación, es por su propia naturaleza de origen misionero, puesto que se cimienta en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre. Así lo plasmó el Concilio Vaticano II en su documento Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia (AG 2-9).

El corazón de esta acción misionera es, ciertamente, pres­tar aten­ción a las múl­ti­ples  po­bre­zas que su­fre la hu­ma­ni­dad: eco­nó­mi­ca, mo­ral, es­pi­ri­tual, etc. Por esta razón, es tan  valioso el tes­ti­mo­nio de los mi­sio­ne­ros que han en­tre­ga­do su vida para ha­cer vi­si­ble la preo­cu­pa­ción de Dios por los po­bresEllos de­jan su vida cada día con sus ges­tos, sus accio­nes, sus ac­ti­tu­des, aman­do no sólo de pa­la­bra sino tam­bién de obra. Abrirse a la dinámica de una misión de entrega a los más necesitados, requiere de discípulos con una actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la participación efectiva frente a un escenario de calle, de periferias existenciales, donde en muchas circunstancias Cristo aún no es conocido y, de esta manera, conectarse con la realidad de la gente y sus correspondientes necesidades, a fin de proponer el Evangelio de la Vida, como camino de sentido y plenitud.

De hecho, la Exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelli Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, ofrece una visión motivadora e interpelante acerca del espíritu misionero, haciendo énfasis en un aspecto crucial para la Iglesia: “la inclusión social de los pobres”. Toda experiencia auténtica de verdad y belleza, busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación, adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Por consiguiente, un verdadero misionero a través del acompañamiento mostrará el gran proyecto de amor del Padre, siendo fermento de Dios en medio de la dura realidad que vive la humanidad.

El anuncio del Evangelio no puede desligarse de la promoción humana del hombre, por eso los misioneros se han convertido en los verdaderos protagonistas de desarrollo de muchos pueblos. Han sido elegidos y enviados a servir a los demás como propagadores de la verdad y no solo como gestores de obras sociales. Enseñar en las escuelas, sanar en los hospitales, dignificar a la mujer en los países donde están completamente olvidadas, acoger a miles de niños abandonados, huérfanos y víctimas de conflictos armados, trasladarse a campos de refugiados y trabajar por los grandes olvidados de la historia como son los pobres, han de ser el blanco de su acción misionera. Sus vidas, como la de Jesús, representan un compromiso. Han cruzado sus caminos con los que no guardan esperanza alguna, con los que no tienen, con los que no pueden alzar su voz, con los que no saben, con todos aquellos a los que las sociedades más avanzadas han convertido en números estadísticos.

Finalmente, todos, desde nuestra propia fe y capacidades, estamos llamados a ser misioneros. La Iglesia brinda actualmente una amplia variedad de posibilidades para encauzar las inquietudes misioneras de los cristianos, reconociendo que Dios fortalece nuestra vocación siempre de modo discreto y respetuoso de nuestra realidad. Una lectura, un video, una representación, un encuentro o una palabra, pueden dar la sensación inicial del llamado misionero para nuestro prójimo. Cuando se ha descubierto la alegría interior de Cristo Resucitado, ya no se puede guardar para sí. Entonces las renuncias, los sacrificios, las persecuciones y todas las dificultades de la vocación misionera toman sentido, porque lo único importante es predicar a Cristo y la salvación de los hombres, y si se trata de poblaciones vulnerables e inmersas en el dolor, el sentimiento de compartir ese júbilo será aún mayor.

             Autor:
Seminarista Licember Cadenas


Fuentes:
·     Concilio Vaticano II, Constituciones, Decretos, Declaraciones, BAC, Madrid 2000.
·     Francisco I, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, San Pablo, Buenos Aires 2014.
·     CELAM, Documento de Aparecida, Paulinas, Buenos Aires 2007.
·     Muñoz, Luis. “MISIÓN Y ECUMENISMO”. El diálogo profético de los discípulos misioneros de Jesucristo. Hacia un testimonio común del evangelio. An.teol. 17 (1). 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario