Estratégicamente,
la ubicación latitudinal de Venezuela determina la dinámica y disponibilidad de
recursos renovables en el plano temporal. Además, de estar limitada por la
estacionalidad de las condiciones climáticas, también está siendo alterada por
los crecientes problemas de contaminación provocados por los acelerados y
descontrolados procesos de urbanización e industrialización.
Por
lo tanto, los recursos ecosistémicos se ven directamente afectados por la
desigual distribución en el ámbito regional de la población; al considerar
estas características socio-ambientales, dada la degradación de la casa común y
el efecto directo en la clase humana, se presenta someramente la situación país
a partir de la visión de la Iglesia, con el fin de apreciar el contexto actual
del megadiverso país al que se le cataloga Venezuela por su condiciones
andinas, caribeñas, amazónicas y atlánticas, las cuales le sitúan como reserva
de biodiversidad en el mundo.
Evidentemente,
“se […] debe moderar el consumo, maximizar el aprovechamiento, reutilizar y
reciclar” (LS, 2015, n° 22). Es por tanto que “en muchos lugares del planeta,
los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven inundados
de basura […]” (LS, n° 21) generando un continuo deterioro sociocultural de los
hábitos y costumbres de la población.
De tal manera, la Iglesia aclara que la
mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a
la trascendencia del respeto a la persona y la familia, los ambientes y las
ciudades, siguiendo las indicaciones de recapitular todas las cosas en Cristo (cf. DA, 2007, n° 126), pues es bien
sabido que el “clima es un bien común, de todos y para todos […]” (LS, n° 23), de
suma importancia, señala el Papa Francisco, “porque muchas veces se toman
medidas sólo cuando se han producido efectos irreversibles […]” (LS, n° 21).
Progresivamente
la descontrolada intervención antropogénica va incidiendo en la generación y
calidad de recursos, debido a la respuesta forzada de los mismos al sistema
económico que monopoliza la región. En su momento la Iglesia expone, “[…] la
naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las
aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las
empresas […]” (DA, 2007, n° 84); esto muestra que “el problema del agua es en
parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la
gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad” (LS, n° 30).
Las
áreas boscosas y las sabanas son los biomas con mayor extensión en el país, en
gran medida se encuentran sobre suelos frágiles y en áreas donde se emplazan
sistemas socioeconómicos dinamizadores de la acelerada modificación climática; por
consiguiente, los ricos hábitats ecológicos, se desplazarían en forma de
metapoblaciones reduciendo su extensión y tamaño, propiciando el peligro de los
diversos ecosistemas que conforman la biodiversidad venezolana. Es por ello,
que la pérdida de vegetación implica a su vez la de especies que podrían
significar en el futuro recursos sumamente importantes (cf. LS, n° 32).
“Si
tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas,
deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de
interpretar y transformar la realidad […]” (LS, n° 63). Es por lo tanto, una
maravillosa oportunidad considerar la encíclica del sucesor de Pedro, el Papa
Francisco, como un oráculo propicio para la reformulación de nuevas condiciones
o estilos de vida, que a partir de soluciones acertadas fomenten la
reconciliación natural de las relaciones humano-naturaleza con la finalidad de
mitigar la progresiva destrucción del país y por ende del planeta en términos
humanos y eco naturales.
Autor:
Seminarista
Luis Uban
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