jueves, 17 de marzo de 2016

“TÚ ERES MI SIERVO, EN TI MANIFESTARÉ MI GLORIA”

REFLEXIÓN PARA EL MARTES SANTO
22 DE MARZO

“TÚ ERES MI SIERVO, EN TI MANIFESTARÉ MI GLORIA”

Rvdo. Pbro. Rafael G. Viloria M.
Formador del Seminario Mayor
Seminario San Buenaventura 
Mérida- Venezuela

Por motivos pastorales en algunas regiones se celebra en este día, la Misa Crismal, signo de la comunión del pueblo y clero con su obispo.

Hoy Martes Santo, “la Iglesia Madre y Maestra” asumiendo la tarea de ser consecuente con la misión encomendada, invita a todos sus hijos diseminados por el pecado a seguir acercándose al sacramento de la reconciliación con el fin de recibir la Misericordia de Dios, y así estar preparados interiormente para vivir con alegría la Vigilia Pascual y sobre todo el gran acontecimiento de la Pascua. Ante esta realidad el Papa Francisco ha invitado reiteradamente a toda la Iglesia, a abrir el corazón y gustar la dulzura del perdón de Jesús, cuyo amor disipa la "noche" del pecado del ser humano.

            Ante las situaciones de miseria por las cuales atraviesa  toda la humanidad, la primera lectura del profeta Isaías nos recuerda la nobleza de un Dios que sigue consagrando a sus hijos desde el seno materno, para constituirlos siervos en quien se ha de gloriar; y sobre todo en quien  ha de destinar como luz de las gentes para que su salvación alcance los confines de la tierra. Misterio de amor que se ha de asumir con convicción y certeza a la hora de querer seguir fielmente los caminos del Señor. Sabiéndose que el que nos llama es nuestra fuerza y nuestra defensa.

            Con el salmo de hoy cantamos junto a  toda la Iglesia universal: “En ti, Señor, he puesto mi esperanza”. Esperanza ante un mundo lleno de maldad y rencor,  y sobre todo, donde cada día más se ve la indiferencia ante el amor de Dios que sigue derramando su sangre por la salvación de la humanidad entera. Que estos días de oración, ayuno y abstinencia sean oportunos para seguir creciendo en la fe y sobre todo para mantener el espíritu lleno de confianza ante un Dios que se hace presente en medio de las dificultades de la vida. Hoy lo seguimos contemplando en su humildad y en su paciencia al ver que muchos se alejan de Él para buscar otros placeres de la vida. ¿Cómo estoy viviendo estos días santos? ¿Con qué disposición de corazón estoy participando en las actividades de la Iglesia? ¿Me siento comprometido como hijo de Dios a morir en la cruz para renacer a una vida nueva? Estas interrogantes deberían resonar en nuestro corazón, ya que muchas veces como cristianos también nos apartamos del dolor y del sufrimiento de Cristo y el de los hermanos.  

            El Santo Evangelio de hoy (Jn. 13, 21-33; 36-38) nos relata el acontecimiento de la traición de Judas; y además, la confianza de sí mismo que tenía Pedro que pensó que por sus propias fuerzas iba a ser capaz de seguir al Señor. Ambos Apóstoles elegidos por la misma dignidad del Señor representan a nuestra humanidad vulnerable ante la oferta del poder y la autosuficiencia ¿Cuántos de nosotros negociamos con nuestros valores y virtudes enseñados en casa y así traicionamos a Jesús? y ¿Cuántos hemos caído confiando en nuestras propias fuerzas creyéndonos capaces de seguir a Dios hasta el final?. ¡Nuestra fuerza sólo está en Dios! Que esta lección que nos enseña la Palabra de Dios sea para seguir meditando con un corazón atento y disponible lo que Dios quiere de nosotros. Que estos días santos nos ayuden a seguir creciendo en la espiritualidad de la cruz, que no es otra que la de querer configurarnos con Cristo en su humildad y en su paciencia, sabiéndose como dice el Santo Padre Francisco, “la humildad es el camino de la santidad, y no hay humildad sin humillaciones”.  “Cristo Jesús y humilde de corazón, en el exceso de tu amor te humillaste haciéndote obediente hasta la muerte de cruz. Concédenos Padre nuestro, vivir conforme a su humildad, obediencia, caridad y mansedumbre. Amén, Señor Jesús, por tu poder y para tu gloria” SJE.


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