La Buena Noticia del Jueves Santo
La Buena Noticia del Jueves Santo, C.
Smta. Ramón Nava.
rnhava7@gmail.com
Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”.
Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”. Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo:
“¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.
Comentario: Hermanos, la Palabra de este día centra su mensaje en el paso del Señor (Ex. 12,12), este paso es liberador, así, el relato que encontramos en el evangelio de hoy, señala que el encuentro está situado antes de la Pascua, la Cena del Señor de la que somos partícipes se da antes para indicar la nueva alianza (1 Co. 11,26) que es dada y ofrecida en el ministerio de Jesús, por ello, esta comensalía, que tendrá su culmen en la cruz, es la prefiguración de la inmolación del cordero.
La escritura nos conduce al momento en que Dios manifiesta su poder liberador, este no viene como los poderes del mundo sino que en el servicio manifiesta su misma divinidad; asimismo, Jesús lava los pies del hombre, no tanto para dar ejemplo a los demás sino para mostrar su verdadera identidad divina, identidad de la que somos partícipes mediante su encarnación (Jn. 1, 12).
Esta acción tiene gran centralidad porque no se da, ni antes ni después de la cena, es justo en medio de ella donde Dios quiere tener su paso liberador, donde Dios se glorifica a sí mismo levantándose para manifestar su poder y su naturaleza, que es el amor; un amor que es incomprensible al hombre pero que nunca se esconde. Ahora, ¿por qué los pies?, en la pascua, es decir, en el paso del Señor restablecido en la nueva alianza, Cristo viene a lavarnos de nuestro caminar, de nuestro recorrido y de nuestra historia misma, para restablecer con nosotros una humanidad nueva encaminada por la sangre y el agua que brotará de su costado.
La Iglesia hoy al igual que siempre debe tener el modelo discipular del Maestro que es el servicio. A partir de este momento, que culminará en la cruz, el reinado de Dios se transforma en servicio, por ello, para la Iglesia servir es reinar. Jesús mediante la Iglesia quiere tomar en sus manos y lavar los pies de un pueblo que camina constantemente en el sufrimiento, en el pecado y que se hace esclavo. Sin embargo, un corazón pervertido y apegado a sus convicciones y seguridades del mundo entrega al Señor. Aunque Jesús se nos da, nosotros al igual que Pedro nos alejamos cuando no tenemos identidad y proximidad con el Maestro.
Te pedimos, Señor, que limpies nuestra sociedad marcada
muchas veces por la pobreza, la decadencia y la indigencia.
Transfórmanos de tal modo que nos
identifiquemos plenamente contigo. Amén
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