DOMINGO
DE RAMOS
20
DE MARZO
“JESÚS
ENTRA COMO REY DE PAZ “
Conmemoración
de la entrada del Señor en Jerusalén
Comisión
de Liturgia
Seminario
San Buenaventura de Mérida
Arquidiócesis
de Mérida – Venezuela
PRIMERA
FORMA: PROCESIÓN
1. A la hora
señalada, los fieles se reúnen en una Iglesia menor o en algún otro lugar adecuado,
fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan
ramos en la mano.
2. El sacerdote y
los ministros, revestidos con los
ornamentos rojos requeridos para la misa, se acercan al lugar donde el pueblo
está congregado. El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial,
que dejará después de la procesión.
3. Entretanto se
canta la siguiente antífona u otro canto adecuado:
Antífona
Hosanna
al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna
en el cielo! (Mt 21,9).
4. Enseguida el
sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve
exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en
la celebración de este día. Puede hacerlo con estas o semejantes palabras.
Queridos
hermanos: Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con
nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar,
unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión
y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la
entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador
en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su
cruz, podamos participar un día de su gloriosa resurrección y de su vida.
5. Después de esta
exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice la siguiente
oración:
Dios
Todopoderoso y Eterno, dígnate bendecir estos ramos † y concede a cuantos
acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro Rey y Señor, reunirnos con él en
la Jerusalén del cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Y, en silencio,
rocía los ramos con agua bendita.
6. Enseguida se
dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los
cuatro evangelistas, como se indica en el Leccionario. Lo lee el diácono, o, en
su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.
Lectura
del santo Evangelio según San Lucas(19, 28-40)
En aquel tiempo, Jesús,
acompañado de sus discípulos, iba caminando de Jerusalén, y al acercarse a
Betfagé y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus
discípulos, diciéndoles: «Vayan al caserío que está frente a ustedes. Al entrar,
encontrarán atado un burrito que nadie ha montado todavía. Desátenlo y
tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: “El Señor
lo necesita”». Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho.
Mientras desataban el burro, los dueños les preguntaron: «¿Por qué lo
desamarran?» Ellos contestaron: «El Señor lo necesita». Se llevaron, pues el
burro, le echaron encima los mantos e hicieron que Jesús montara en él.
Conforme iba avanzando, la gente tapizaba el camino con sus mantos, y cuando ya
estaba cerca la bajada del monte de los Olivos, la multitud de discípulos,
entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que
habían visto, diciendo: «¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en
el cielo y gloria en las alturas!». Algunos fariseos que iban entre la gente, le
dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Él les replicó: «Les aseguro que
si ellos se callan, gritarán las piedras».
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.
7. Después del
Evangelio, si se cree oportuno, puede hacerse una breve homilía. Al iniciar la
procesión, el celebrante u otro ministro idóneo puede hacer una exhortación con
estas palabras u otras parecidas:
Queridos
hermanos: Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también
nosotros, con júbilo al Señor.
8. Y se inicia la
procesión hacia el templo donde va a celebrarse la misa. Si se usa el incienso,
el turiferario va adelante con el incensario, en el cual habrá puesto incienso
previamente: enseguida, un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos
acólitos con velas encendidas.
Sigue luego el
sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles con ramos en las
manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes
cánticos u otros apropiados.
Antífona 1
Los
hijos de Israel, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor,
clamando: “Hosanna en el cielo”.
Si se cree conveniente, puede alternarse esta antífona con los versículos del salmo 23.
Salmo 23
Del
Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: El la
fundó sobre los mares, El la afianzó sobre los ríos.
¿Quién
puede subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en el recinto sacro? El
hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura
contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará
justicia el Dios de salvación. Éste es
el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!,
alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la
gloria. ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor héroe
de la guerra.
¡Portones!,
alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la
gloria. ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es
el Rey de la gloria.
9. Al entrar la
procesión en la Iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico
alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:
Responsorio
R. Al entrar el
Señor en la ciudad santa, los hijos de Israel, anticipándose a la resurrección
del Señor de la vida ,con palmas en las manos, clamaban: Hosanna en el cielo.
S. Al enterarse de
que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro con palmas en las
manos, clamando: Hosanna en el cielo.
12. El sacerdote,
al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno, lo
inciensa. Luego se dirige a la sede (se quita la capa pluvial, si la usó, y se
pone la casulla) y, omitida toda la otra ceremonia, da fin a la procesión
diciendo la oración colecta y prosigue la misa de la manera acostumbrada.
SEGUNDA
FORMA: ENTRADA SOLEMNE
12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la Iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de una entrada solemne, antes de la misa principal.
13. Los fieles se
reúnen ante la puerta del templo, o bien, dentro del mismo templo, llevando los
ramos en la mano. El sacerdote, los ministros y algunos fieles, se dirigen a
algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda ser
vista fácilmente la ceremonia, al menos por la mayor parte de la asamblea.
14. Mientras el
sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona Hosanna al Hijo de
David (n.4), o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se
lee el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se indicó en los
nn.5-7. Después del Evangelio, el sacerdote va solemnemente hacia el
presbiterio a través del templo, acompañado por los ministros y por algunos
fieles, mientras se canta el responsorio. Al entrar el Señor (n.10), u otro
cántico apropiado.
15. Al llegar al
altar, el sacerdote hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y,
omitida toda otra ceremonia, dice la oración colecta de la misa, que prosigue
luego de la manera acostumbrada.
TERCERA FORMA: ENTRADA SENCILLA
16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla.
17. Mientras el
sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo que
indicaremos más adelante, u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al
llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa
de la manera acostumbrada.
18. En las misas
sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la antífona de entrada,
el sacerdote, después de llegar al altar y de haber hecho la debida reverencia,
saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera
acostumbrada.
Antífona de entrada
Seis
días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños
a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y gritando: Hosanna en el
cielo. Bendito tú que vienes lleno de bondad y de misericordia.
¡Portones!,
alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: porque va a entrar el Rey de
la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El Señor de los ejércitos es el
Rey de la gloria. Bendito tú que vienes lleno de bondad y de misericordia (Sal.
23,9-10).
19. Cuando no se
puede hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente hacer una
celebración de la palabra de Dios, acerca de la entrada mesiánica y de la
Pasión del Señor, ya sea el sábado en la tarde, o bien el domingo, a la hora
más oportuna.
LA SANTA MISA
20. Después de la procesión o de la
entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios
Todopoderoso y Eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a
Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir
según las enseñanzas de su pasión, para participar con El un día, de su
gloriosa resurrección. Por nuestro Señor
Jesucristo.
21. No se llevan
velas ni incienso para la lectura de la Pasión del Señor, ni se hace al
principio el saludo, ni se signa el libro. La lectura la hace un diácono o, en
su defecto, el sacerdote. Puede también ser hecha por lectores, reservando al
sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los
diáconos piden la bendición del celebrante antes del canto de la Pasión, como
se hace antes del Evangelio.
22. Después de la
lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve homilía. Se
dice el Credo. La Misa de hoy tiene tres lecturas, y es muy recomendable
leerlas todas, a no ser que alguna razón pastoral aconseje lo contrario. Dada
la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en las Misas con el
pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de cada asamblea,
puede omitir una de las dos primeras lecturas, o ambas, y leer sólo la Pasión
del Señor.
1ª Lectura: Is 50,4-7
Lectura del
profeta Isaías
Mi
Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los
iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he
echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que jalaban
mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por
eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré
avergonzado.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 21)
R. Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
L.Al verme se burlan
de mí, hacen muecas, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que le ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere.» /R.
L.Me acorrala una
jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y
los pies, puedo contar mis huesos. /R.
L.Se reparten mi
ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía,
ven corriendo a ayudarme. /R.
L.Contaré tu fama a
mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo,
linaje de Jacob, glorifíquenlo, témanlo, linaje de Israel. /R.
2ª Lectura: Fil 2, 6-11
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando
por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por
eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre »;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el Cielo, en la Tierra,
en el Abismo, y toda lengua proclame: « ¡Jesucristo es Señor!», para gloria de
Dios Padre.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.
EVANGELIO: Lc 22, 7. 14-23, 56
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus
discípulos, y les dijo:
†
He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de
padecer, porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el
Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo
†
Tomen esto, repártanlo entre ustedes; porque les digo que no beberé
desde ahora del fruto de la uva hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias, lo partió y
se lo dio diciendo:
†
Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria
mía.
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la
copa diciendo:
†
Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por
ustedes. Pero miren: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa.
Porque el Hijo del hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ese que lo
entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros,
quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a
discutir sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
†
Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se
hacen llamar bienhechores. Ustedes no hagan así, sino que el primero entre
ustedes pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está en la
mesa o el que sirve?; ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en
medio de ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo les transmito el Reino como me lo transmitió mi
Padre a mí: comerán y beberán a mí mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos
para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
†
Simón, Simón, mira que Satanás te ha reclamado para cernirte como trigo.
Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague.
Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus
hermanos.
C. Él le contestó:
S.
Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
†
Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas
negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
†
Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿les faltó algo?
C. Contestaron:
S. Nada.
C. Él añadió:
†
Pero ahora, el que tenga bolsa que la agarre, y lo mismo la alforja; y
el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque les aseguro que
tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «Fue contado con los
malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí hay dos espadas.
C. Él les contestó:
†
Basta.
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al
monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les
dijo:
†
Oren para no caer en la tentación.
C. El se apartó de ellos, alejándose como
a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
†
Padre, sí quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mí
voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que
lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Le corría el
sudor como gotas de sangre cayendo al suelo. Y, levantándose de la oración, fue
hacia sus discípulos, los encontró dormidos de tristeza, y les dijo:
†
¿Por qué duermen? Levántense y oren para no caer en la tentación.
C. Todavía estaba hablando, cuando llegó
un grupo. El llamado Judas, uno de los Doce, se les adelantó, se acercó a Jesús
y le besó.
Jesús le dijo:
†
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él
de lo que iba a pasar, dijeron;
S.
Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo
sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
†
Déjenlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo
a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que
habían venido contra él:
†
¿Han salido armados de espadas y palos como si se tratara de un bandido?
A diario estaba en el templo con ustedes, y no me hicieron preso. Pero ésta es
su hora y la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y
lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos.
Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se
sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto al
fuego, se le quedó mirando y le dijo:
S.
También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S.
No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S.
Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
S.
Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S.
Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
S.
Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó
un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó
de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me
negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Y los hombres que
sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le
preguntaban:
S.
Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros muchos
insultos. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos
sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su sanedrín, le dijeron:
S.
Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les contestó:
†
Si se lo digo, no lo van a creer; y si les pregunto, no me van a
responder. Pero en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de
Dios Todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S. Entonces,
¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les contestó:
†
Ustedes lo dicen, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S.
¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído
de su boca.
C. El senado del pueblo, o sea, sumos
sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S.
Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y
oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías Rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S.
¿Eres tú el Rey de los judíos?
C. Él le contestó:
†
Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a
la muchedumbre:
S.
No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza
diciendo:
S.
Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era
galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió.
Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a
Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo,
porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo un
interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni una palabra. Estaban
allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su
escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y
Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato, convocando a los sumos
sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S.
Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta
que yo lo he interrogado delante de ustedes, y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le acusan, ni Herodes tampoco, porque nos lo ha
remitido; ya ven que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a
uno. Ellos gritaban en masa diciendo:
S.
¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. A éste lo habían metido en la cárcel
por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a
dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían
gritando;
S.
¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Él les dijo por tercera vez:
S.
Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que
merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a
gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se
cumpliera su petición; soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel
por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo
conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y
le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran
gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
†
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos,
porque miren que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces
empezarán a decirles a los montes: «Desplómense sobre nosotros»; y a las
colinas; «Sepúltennos»; porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el
seco?
C. Conducían también a otros dos
malhechores para ajusticiarlos con él. Y cuando llegaron al lugar llamado «La
Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y
otro a la izquierda.
Jesús decía:
†
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas echándolas a
suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo:
S.
A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios,
el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados,
ofreciéndole vinagre y diciendo:
S.
Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo,
C. Había encima un letrero en escritura
griega, latina y hebrea: «ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS». Uno de los malhechores
crucificados lo insultaba diciendo:
S.
¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro le increpaba:
S.
¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro
es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha
faltado en nada.
C. Y decía:
S.
Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
C. Jesús le respondió:
†
Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las
tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el
sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente,
dijo:
†
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y dicho esto, expiró. El centurión al
ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo
S.
Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a
este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de
pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que
lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador,
hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen
de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió
a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana
y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie
todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo
habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo
colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado
guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice el Credo.
ORACIÓN
DE LOS FIELES
S.Acudamos a Jesús,
nuestro Rey y Mesías, nuestro único Salvador, y sabiendo que sube a Jerusalén
para consumar nuestra liberación definitiva, salgamos a su paso diciendo:
A.
“Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor”.
1.
Por la Santa Iglesia: para que
viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el
fruto de la esperanza. Roguemos al
Señor.
2.
Por todos aquellos que no creen:
para que como el centurión al pie de la cruz, vean en la muerte redentora de
Cristo el signo incontrastable de la gloria divina. Roguemos al Señor.
3.
Por los inocentes y perseguidos, y
por los que se escandalizan a causa de las injusticias: para que no decaiga su
certeza pascual de la victoria del bien sobre el mal. Roguemos al Señor.
4.
Por los agonizantes: para que
sienta junto a ellos la presencia del Siervo obediente que, muriendo en la
cruz, confió su espíritu a las manos del Padre. Roguemos al Señor.
5.
Por todos nosotros: para que
aprendamos en la escuela del Señor a vivir cada día en plena adhesión a la
voluntad divina y a compartir la enfermedad y el sufrimiento del prójimo. Roguemos al Señor.
6.
Por los países en guerra y en conflictos
internos: para que reine la paz y la concordia. Roguemos al Señor.
S.Concédenos,
Padre, que contemplando la pasión y muerte de tu Hijo, participemos de su vida
nueva que Tú quieres para todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que
la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrifico que vamos a
ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no podemos
merecer por nuestras obras. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo
nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor,
llegar, por medio de la resurrección, a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen
NOTA: Se recomiendan las moniciones ubicadas en la pestaña
del mismo nombre que encuentras en este blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario