miércoles, 16 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS 20 DE MARZO “JESÚS ENTRA COMO REY DE PAZ “

DOMINGO DE RAMOS
20 DE MARZO
“JESÚS ENTRA COMO REY DE PAZ “

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén


Comisión de Liturgia
Seminario San Buenaventura de Mérida
Arquidiócesis de Mérida – Venezuela

PRIMERA FORMA: PROCESIÓN
1. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una Iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano.
2. El sacerdote y los ministros, revestidos  con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado. El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará después de la procesión.
3. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro canto adecuado:


Antífona
Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo! (Mt 21,9).

4. Enseguida el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas o semejantes palabras.

Queridos hermanos: Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su cruz, podamos participar un día de su gloriosa resurrección y de su vida.

5. Después de esta exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice la siguiente oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, dígnate bendecir estos ramos † y concede a cuantos acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro Rey y Señor, reunirnos con él en la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita.

6. Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los cuatro evangelistas, como se indica en el Leccionario. Lo lee el diácono, o, en su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas(19, 28-40)
En aquel tiempo, Jesús, acompañado de sus discípulos, iba caminando de Jerusalén, y al acercarse a Betfagé y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al caserío que está frente a ustedes. Al entrar, encontrarán atado un burrito que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: “El Señor lo necesita”». Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho. Mientras desataban el burro, los dueños les preguntaron: «¿Por qué lo desamarran?» Ellos contestaron: «El Señor lo necesita». Se llevaron, pues el burro, le echaron encima los mantos e hicieron que Jesús montara en él. Conforme iba avanzando, la gente tapizaba el camino con sus mantos, y cuando ya estaba cerca la bajada del monte de los Olivos, la multitud de discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los prodigios que habían visto, diciendo: «¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». Algunos fariseos que iban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Él les replicó: «Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras». 
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.

7. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede hacerse una breve homilía. Al iniciar la procesión, el celebrante u otro ministro idóneo puede hacer una exhortación con estas palabras u otras parecidas:

Queridos hermanos: Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros, con júbilo al Señor.

8. Y se inicia la procesión hacia el templo donde va a celebrarse la misa. Si se usa el incienso, el turiferario va adelante con el incensario, en el cual habrá puesto incienso previamente: enseguida, un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos acólitos con velas encendidas.
Sigue luego el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos u otros apropiados.

Antífona 1
Los hijos de Israel, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, clamando: “Hosanna en el cielo”.

Si se cree conveniente, puede alternarse esta antífona con los versículos del salmo 23.

Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: El la fundó sobre los mares, El la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.  Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor héroe de la guerra.
¡Portones!, alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
9. Al entrar la procesión en la Iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:

Responsorio
R. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los hijos de Israel, anticipándose a la resurrección del Señor de la vida ,con palmas en las manos, clamaban: Hosanna en el cielo.
S. Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro con palmas en las manos, clamando: Hosanna en el cielo.
12. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Luego se dirige a la sede (se quita la capa pluvial, si la usó, y se pone la casulla) y, omitida toda la otra ceremonia, da fin a la procesión diciendo la oración colecta y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

SEGUNDA FORMA: ENTRADA SOLEMNE

12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la Iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de una entrada solemne, antes de la misa principal.
13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo, o bien, dentro del mismo templo, llevando los ramos en la mano. El sacerdote, los ministros y algunos fieles, se dirigen a algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda ser vista fácilmente la ceremonia, al menos por la mayor parte de la asamblea.
14. Mientras el sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona Hosanna al Hijo de David (n.4), o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se lee el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se indicó en los nn.5-7. Después del Evangelio, el sacerdote va solemnemente hacia el presbiterio a través del templo, acompañado por los ministros y por algunos fieles, mientras se canta el responsorio. Al entrar el Señor (n.10), u otro cántico apropiado.
15. Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y, omitida toda otra ceremonia, dice la oración colecta de la misa, que prosigue luego de la manera acostumbrada.

TERCERA FORMA: ENTRADA SENCILLA

16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla.
17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo que indicaremos más adelante, u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la  sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa de la manera acostumbrada.
18. En las misas sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la antífona de entrada, el sacerdote, después de llegar al altar y de haber hecho la debida reverencia, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

Antífona de entrada
Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y gritando: Hosanna en el cielo. Bendito tú que vienes lleno de bondad y de misericordia.
¡Portones!, alcen los dinteles, levántense, puertas antiguas: porque va a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El Señor de los ejércitos es el Rey de la gloria. Bendito tú que vienes lleno de bondad y de misericordia (Sal. 23,9-10).
19. Cuando no se puede hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente hacer una celebración de la palabra de Dios, acerca de la entrada mesiánica y de la Pasión del Señor, ya sea el sábado en la tarde, o bien el domingo, a la hora más oportuna.

LA SANTA MISA
20. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.

ORACIÓN COLECTA
Dios Todopoderoso y Eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con El un día, de su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

21. No se llevan velas ni incienso para la lectura de la Pasión del Señor, ni se hace al principio el saludo, ni se signa el libro. La lectura la hace un diácono o, en su defecto, el sacerdote. Puede también ser hecha por lectores, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes del canto de la Pasión, como se hace antes del Evangelio.
22. Después de la lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve homilía. Se dice el Credo. La Misa de hoy tiene tres lecturas, y es muy recomendable leerlas todas, a no ser que alguna razón pastoral aconseje lo contrario. Dada la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en las Misas con el pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de cada asamblea, puede omitir una de las dos primeras lecturas, o ambas, y leer sólo la Pasión del Señor.

1ª Lectura: Is 50,4-7
Lectura del profeta Isaías
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que jalaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. 
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 21)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
L.Al verme se burlan de mí, hacen muecas, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que le ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.» /R.
L.Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. /R.
L.Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. /R.
L.Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo, linaje de Jacob, glorifíquenlo, témanlo, linaje de Israel. /R.

2ª Lectura: Fil 2, 6-11
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre »; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo, y toda lengua proclame: « ¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre. 
Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

EVANGELIO: Lc 22, 7. 14-23, 56
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:
†  He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de padecer, porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo
†  Tomen esto, repártanlo entre ustedes; porque les digo que no beberé desde ahora del fruto de la uva hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:                              
†   Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía.
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:
†  Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes. Pero miren: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ese que lo entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros, quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a discutir sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
†  Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Ustedes no hagan así, sino que el primero entre ustedes pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?; ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comerán y beberán a mí mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
†  Simón, Simón, mira que Satanás te ha reclamado para cernirte como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague.
Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. Él le contestó:
S.  Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
†  Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
†  Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿les faltó algo?
C. Contestaron:
S. Nada.
C. Él añadió:
†  Pero ahora, el que tenga bolsa que la agarre, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque les aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «Fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí hay dos espadas.
C. Él les contestó:
†  Basta.
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
†  Oren para no caer en la tentación.
C. El se apartó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
†  Padre, sí quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mí voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Le corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos de tristeza, y les dijo:
†  ¿Por qué duermen? Levántense y oren para no caer en la tentación.
C. Todavía estaba hablando, cuando llegó un grupo. El llamado Judas, uno de los Doce, se les adelantó, se acercó a Jesús y le besó.
Jesús le dijo:
†  Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron;
S.  Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
†  Déjenlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
†  ¿Han salido armados de espadas y palos como si se tratara de un bandido? A diario estaba en el templo con ustedes, y no me hicieron preso. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto al fuego, se le quedó mirando y le dijo:
S.  También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S.  No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S.  Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
S.  Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S.  Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
S.  Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S.  Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros muchos insultos. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su sanedrín, le dijeron:
S.  Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les contestó:
†  Si se lo digo, no lo van a creer; y si les pregunto, no me van a responder. Pero en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios Todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S.  Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les contestó:
†  Ustedes lo dicen, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S.  ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
C. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S.  Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías Rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S.  ¿Eres tú el Rey de los judíos?
C. Él le contestó:
†  Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la muchedumbre:
S.  No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:
S.  Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni una palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S.  Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de ustedes, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le acusan, ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido; ya ven que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos gritaban en masa diciendo:
S.  ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando;
S.  ¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Él les dijo por tercera vez:
S.  Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
†  Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos, porque miren que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplómense sobre nosotros»; y a las colinas; «Sepúltennos»; porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
†  Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo:
S.  A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S.   Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo,
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S.  ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro le increpaba:
S.  ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
C. Y decía:
S.  Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
C. Jesús le respondió:
†  Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
†  Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y dicho esto, expiró. El centurión al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo
S.  Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento. 
Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice el Credo.

ORACIÓN DE LOS FIELES
S.Acudamos a Jesús, nuestro Rey y Mesías, nuestro único Salvador, y sabiendo que sube a Jerusalén para consumar nuestra liberación definitiva, salgamos a su paso diciendo:
A. “Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor”.
1.      Por la Santa Iglesia: para que viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el fruto de la esperanza. Roguemos al Señor.

2.      Por todos aquellos que no creen: para que como el centurión al pie de la cruz, vean en la muerte redentora de Cristo el signo incontrastable de la gloria divina. Roguemos al Señor.

3.      Por los inocentes y perseguidos, y por los que se escandalizan a causa de las injusticias: para que no decaiga su certeza pascual de la victoria del bien sobre el mal. Roguemos al Señor.

4.      Por los agonizantes: para que sienta junto a ellos la presencia del Siervo obediente que, muriendo en la cruz, confió su espíritu a las manos del Padre. Roguemos al Señor.

5.      Por todos nosotros: para que aprendamos en la escuela del Señor a vivir cada día en plena adhesión a la voluntad divina y a compartir la enfermedad y el sufrimiento del prójimo. Roguemos al Señor.

6.      Por los países en guerra y en conflictos internos: para que reine la paz y la concordia. Roguemos al Señor.
S.Concédenos, Padre, que contemplando la pasión y muerte de tu Hijo, participemos de su vida nueva que Tú quieres para todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrifico que vamos a ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no podemos merecer por nuestras obras. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de la resurrección, a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen

NOTA: Se recomiendan las moniciones ubicadas en la pestaña del mismo nombre que encuentras en este blog.

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