El Sacrificio de Jesús
Sacrificio es un término que proviene de las palabras
latinas sacro y facere, de su combinación se traduce su significado, el cual
consiste propiamente en hacer sagradas las cosas, entregarlas, honrarlas. No
obstante, este tan sencillo pero profundo valor que encierra el contenido de
esta palabra ha sido tergiversado ampliamente por el de dolor, tristeza y por
ningún lado aparece la dimensión sacra que le corresponde al uso adecuado del
término.
De este modo, el sacrificio hecho por
Jesús en la cruz consistía esencialmente en entregarse por la remisión de los
pecadores. Pero, ¿Es Jesús de Nazaret un masoquista? Acaso, ¿Es un loco que no
comprendió la dimensión estricta del término sacrificio? De ningún modo. Por el
contrario, no hay en toda la historia un acto que especifique con tanta
claridad el contenido etimológico de este término tan usado en el lenguaje
cotidiano. Jesús dijo: “que nadie tiene
amor más grande que aquel que da la vida por los amigos” (Jn 15, 13) y Él
sí que lo supo cumplir. No le importó que le ultrajasen, le calumniasen, le
trataran de blasfemo, de mentiroso, de insurgente con tal de obtener la
anhelada salvación para sus amigos. Es este un verdadero sacrificio, el del
amor por los amigos.
Sin embargo, ¿No fueron estos por quienes
se ofrece, quienes le acusaron y llevaron al leño? Evidentemente sí. Pero para
Él esto no tiene importancia en comparación con el gran amor que le mueve a
entregarse por ellos; Él sabe bien que están cegados y debido a ello no han
podido tomar una mejor decisión respecto a sus vidas. Su fidelidad es constante
y su amor eterno: es realmente un amigo que nunca falla y que en los momentos
de la soledad humana acompaña sin esperar nada a cambio, tanto así que hoy en
día sigue esperando en la soledad del Sagrario a un buen amigo que se acerque
para acompañarle, como lo hizo Juan a los pies de la cruz o Lázaro en el
desarrollo de su vida.
En consecuencia, el sacrifico realizado
por Jesús ha de constituirse en un impulso que nos mueva a hacer la voluntad de
Dios en todas partes, a propagar su amor en todo el mundo, a ser fieles, pero,
sobre todo con aquellos que nos ha dado como amigos, como compañeros de camino y
bálsamo confortante en los momentos de tristeza. Por ello, ¿Qué tan dispuesto
estoy en querer dar la vida por mi amigo? ¿Qué tanto procuro buscar su
felicidad? ¿Soy amigo a imagen de Jesús de Nazaret? La respuesta se haya en el
sacrificio que estás dispuesto a hacer para que tu amigo sea feliz y tenga una
vida plena en Cristo Jesús, pese a tus propios intereses.
Luis Infante
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