viernes, 1 de julio de 2016

La Buena Noticia del Domingo XIV, Ordinario / C.

 
Diác. Smta.  Yornis González
yornisgonzalez@gmail.com

Lucas 10,1–12.17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

Comentario
La liturgia de la Palabra de este domingo nos ubica en el evangelio de san Lucas; y siguiendo la opinión de Raymond Brown, es la meditación más extensa sobre ‘enseñanza de Jesús sobre la misión’, cuyo interés del autor sagrado es centrar sus reflexiones en la naturaleza de la misión y en las causas de sus alegrías y tristezas. Por lo tanto hoy día del Señor Resucitado, es justo y necesario que centremos nuestra reflexión en tan fundamental aspecto de la vida cristiana: ser discípulo misionero.

“El Señor designó otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos” (Lc 10, 1). El uso de los verbos: ‘designó’ ‘mandó’, revela que la iniciativa es del Maestro, es Él quien convoca y constituye evangelizadores y los impulsa con su Santo Espíritu a ser propagadores de la Buena Noticia del Reino de Dios. Sin embargo, todo mandato misionero pasa la necesidad de un encuentro real y profundo con la persona de Jesucristo que le permita al creyente tomar conciencia de quién es ese tal Jesús de Nazaret, y desde el uso pertinente de su libertad optar por adherirse o no a este Hombre. Es descubrir y experimentar “Porque Él nos amó primero, nosotros amamos” (1Jn 4, 19). 

“¡Pónganse en camino!” (Lc10, 3). Ponerse en camino no es otra cosa que decir junto a Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”; es tener la clara lucidez de reconocer que solamente el ser humano se humaniza en la medida que se aventura a transitar nuevos horizontes que enriquezcan su vivir y hacer, construyendo para sí y los demás un mundo más humano, porque todo estancamiento empobrece y deshumaniza. Es ser capaz en primer lugar de salir de sí, el negarse a sí mismo y ponerse en camino al encuentro del otro mi hermano, en especial el pobre. Es comprender que la vida del cristiano es esencialmente peregrinaje, o sea, todo cristiano es peregrino de la fe; por tanto debe estar siempre en búsqueda en camino hacia el encuentro único y pleno de su Dios todo amor y bondad, encuentro que pasa por el amor a los hermanos. En definitiva ser de Cristo conduce al creyente irremediablemente a ‘ponerse en camino’. 

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