Con frecuencia podemos preguntarnos “¿después de la navidad, qué?” “¿Después
de saber que Dios se hizo niño, qué?”, y podemos responder con certeza con
la celebración de la Epifanía y desde un ruedo más popular la fiesta de los Reyes
Magos, pero en el fondo sigue quedando ese “y
después ¿qué?”.
Los andes venezolanos poseen la inmensa riqueza de celebrar la
famosa y tan esperada “Paradura del
Niño”. Es un momento que, la mayoría de las familias prepara con esmero,
incluso desde que se elabora el pesebre, y sirve para muchas cosas: en especial
para celebrar que un niño nos ha nacido
y que además se levanta para comenzar a caminar con nosotros. La Paradura
también es uno de los momentos predilectos para que la familia se reúna, pues
el anfitrión ofrece, tanto a los padrinos como a los demás invitados, la mejor
atención producto de su esmero y cariño. El Niño Dios deja de ser una figura de
yeso para convertirse en un niño real, es decir, un bebé al que hay que
brindarle los más tiernos mimos y atenciones; se convierte realmente en un niño
al que debemos parar.
En nuestra casa de formación, el Seminario san Buenaventura de Mérida, la paradura del Niño fue realizada este 22 de enero en horas de
la noche. La celebración, sencilla, pero no por eso menos digna que otras.
Además de la comunidad en pleno del seminario, participaron los vecinos,
familiares, hermanas y hermanos religiosos y el señor Cardenal acompañado del Obispo
auxiliar.
La ceremonia comenzó con algunos cantos propios del tiempo y de
la celebración que nos situaron ante el misterio que celebraríamos y que
ambientaron la ocasión. Luego, se hizo una monición que nos introdujo en la
celebración que comenzaba. Comenzó el
canto de los versos seguidos de la procesión por las calles aledañas al
Seminario. Cabe destacar que los
padrinos fueron personas escogidas de entre los invitados, una religiosa,
dos padres de dos compañeros y un amigo del seminario.
Al terminar la
procesión se comenzó el rosario, como los mismos versos lo indican, dirigido
por estudiantes del seminario mayor y, al finalizar el mismo, se compartió un
pequeño refrigerio que tenía como finalidad agradecer a las personas que nos
acompañaron por su atención y prontitud.
En nuestra casa de formación sacerdotal, este tipo de celebraciones
nos ayudan a volver la mirada a quien verdaderamente
debe ser nuestro centro, compartir con las personas lo poco que tenemos nos invita a seguir donando nuestras vidas
y el ejercicio de piedad realizado, en este caso, con la Paradura,
nos invita a cada día ofrecer lo mejor de nosotros. Así como el niño que se acaba de parar tiene los
brazos abiertos para abrazar a todos y los pies puestos en la tierra para
comenzar su trabajo de pastor, así nosotros, como Jesús, queremos caminar en
medio de la realidad que nos toca vivir.
Autor:
Eduardo Gotopo
III - Teología
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