Diác. Smta. Jesús Rincón
jesusdrs@hotmail.com
Lucas 10,25-37:
En aquel tiempo,
se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué
está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él contestó:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas
tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien
dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de
la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo
desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por
casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y
pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio
un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde
estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas,
echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a
una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero,
le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la
vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que
cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El
que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda,
haz tú lo mismo.»
Comentario
Un
estudioso de las Escrituras Sagradas intenta poner a prueba a Jesús
preguntándole cosas que él cree saber. Ante la pregunta fundamental de toda
persona ¿cómo tener Vida? ¿cómo alcanzar la vida abundante que deseo en lo más
profundo?, Jesús deja que él mismo se conteste según lo que ha leído en la
Torá, “Amarás al Señor tu Dios (Dt 6,4)… y al prójimo”. Lo primero parece estar
claro, lo segundo no tanto.
¿Quién
es mi prójimo? ¿a quién debo amar? Según esta parábola de Jesús, el prójimo es
ese que encontramos en nuestro camino, son los próximos a nosotros, nos agraden
o no; pero seguramente con necesidades y carencias. Antes sus sufrimientos
podemos justificarnos de cualquier manera y pasar de largo; o ser
misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso (Lc 6,36), pasar por
encima de cualquier diferencia, compadecerse de él, acercarse, y tener gestos
sanadores, dando de lo nuestro, tiempo, dinero, amistad…
Jesús
felicita al maestro de la Ley porque sabe teóricamente lo que debe hacer, pero
lo invita a la práctica, “anda, haz tú lo mismo”, “haz esto y tendrás la vida”.
El seguimiento de Jesús no consiste en una doctrina que aprender, sino en
asumir la vida al estilo evangélico, que consiste en amar a Dios como nuestro
único Señor y a aquellos que el Señor nos va poniendo como prójimos.
Señor,
rompe en mí la indiferencia,
que no sea yo el que pasa de largo por
miedo a involucrarme.
Ayúdame a no calificar a los demás como
“enemigos” o “aliados”,
todos sean para mí prójimos, hermanos;
que pueda verlos a todos como Tú los
ves,
con misericordia, con amor. Amén
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