“VIVENCIA DE LA FORMACIÓN SEMINARISTICA, COMO ESCUELA
PARA LA FOMACIÓN DE LOS NUEVOS SACERDOTES EN LA SOCIEDAD ACTUAL”
Smta. Carlos Nava
carlose2707@gmail.com
Elegir la propia opción de vida para cada individuo, es
una tarea bastante compleja; de manera especial cuando ésta se basa en entrega
total, personal y voluntaria del seguimiento de Jesucristo como Sumo y Eterno
Sacerdote. Por lo tanto el sacerdocio no es una profesión, es una vocación que
encierra una extrema y diferente opción de vida.
Los candidatos al sacerdocio (los seminaristas) han de
ser hombres, en su sentido estricto de la palabra, capaces de dejar todo cuanto
les rodea, padre madre, hermanos, gustos, deseos emocionales y materiales, para
dar lo mejor de sí en la opción personal que han elegido; pues la vocación es
el llamado que Dios hace de manera individual, a una persona para que asuma una
misión específica.
En los seminarios, los candidatos al sacerdocio son
instruidos de manera integral, para que de esta manera, puedan posteriormente,
responder a las necesidades que presenta la sociedad de turno. Esto se hace a
través de cinco áreas de formación (la humana, espiritual, intelectual,
pastoral y comunitaria); ellas son el compendio de herramientas que se le
brindan al seminarista para que pueda, cada día más, configurarse con Cristo.
Formar bajo el criterio de estas áreas, implica que los
que optan por el sacerdocio, son hombres comunes, con defectos, debilidades,
errores, como cualquier otro individuo. Sin embargo, éste es elegido por Dios
de entre los demás hombres, para marcar la diferencia, para dejar a un lado sus
realidades negativas y debilidades, para responder completamente y eficazmente
a quien le ha llamado.
Y por supuesto, estos serán los sacerdotes de nuestra
sociedad, el sacerdote cercano, amable, honesto, pulcro que se construye en el
área de formación humana, el sacerdote piadoso, espiritual, mariano, adorador,
que se erige en el área de formación espiritual, el padrecito que instruye al
pueblo, que lo forma en la fe y de manera integral, que se preocupa por la
formación de su feligresía, que se crea en el área de formación intelectual, el
curita que se acerca al pueblo, que lo escucha, lo acoge, le acompaña y lo
guía, que enseña a su pueblo a Evangelizar (anunciar la palabra de Dios); éste
se hace en el área de formación pastoral y finalmente el sacerdote que aprende
a compartir, a celebrar, a festejar junto a su pueblo y quienes le rodean,
haciéndoles parte de su núcleo familiar y personal.
Precisamente éste es el tipo de sacerdote que desea tener
toda parroquia, toda comunidad; es por ello, que todos aquellos jóvenes, que
estén en la polémica, sobre si su opción de vida es o no, el sacerdocio, han de
revisar la exigencia antes expuesta, que implica el seguimiento de Jesús;
reconocer que es un camino bastante difícil y lleno de tropiezos, pero que
vale, como se dice coloquialmente, la pena y también la vida para llevar la
Buena Noticia de Jesucristo al mundo entero.
La gran tarea de todo laico (bautizado) es orar siempre
por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, pues ellos serán nuestros
futuros pastores en la fe. Nos introducirán a la Iglesia por el Bautismo, nos
reconciliaran con Dios en el sacramento de la confesión, para poder recibirlo
en la Eucaristía. Nos ayudarán a reafirmar nuestra fe en Dios en la
Confirmación y luego nos guiarán para que optemos de manera correcta ya sea al
matrimonio o a la vida sacerdotal y religiosa. Finalmente estarán con nosotros
en los momentos difíciles de nuestra vida, de manera especial en los de
enfermedad, pues nos reconcilian con Dios, y nos fortalecen el cuerpo y el
espíritu a través del sacramento de la Santa Unción.
Por eso tu tarea y la mía, es orar por ellos, para que
Dios llame y elija a muchos buenos y santos sacerdotes. Y tu joven, no dejes de
preguntarte y de escuchar en el silencio, la voz de Dios que puede estarte
llamando a ser uno más de los trabajadores de Cristo para contribuir con el
mejoramiento de nuestra sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario