jueves, 18 de agosto de 2016

“VIVENCIA DE LA FORMACIÓN SEMINARISTICA, COMO ESCUELA PARA LA FOMACIÓN DE LOS NUEVOS SACERDOTES EN LA SOCIEDAD ACTUAL”
Smta. Carlos Nava
carlose2707@gmail.com


Elegir la propia opción de vida para cada individuo, es una tarea bastante compleja; de manera especial cuando ésta se basa en entrega total, personal y voluntaria del seguimiento de Jesucristo como Sumo y Eterno Sacerdote. Por lo tanto el sacerdocio no es una profesión, es una vocación que encierra una extrema y diferente opción de vida.

Los candidatos al sacerdocio (los seminaristas) han de ser hombres, en su sentido estricto de la palabra, capaces de dejar todo cuanto les rodea, padre madre, hermanos, gustos, deseos emocionales y materiales, para dar lo mejor de sí en la opción personal que han elegido; pues la vocación es el llamado que Dios hace de manera individual, a una persona para que asuma una misión específica.

En los seminarios, los candidatos al sacerdocio son instruidos de manera integral, para que de esta manera, puedan posteriormente, responder a las necesidades que presenta la sociedad de turno. Esto se hace a través de cinco áreas de formación (la humana, espiritual, intelectual, pastoral y comunitaria); ellas son el compendio de herramientas que se le brindan al seminarista para que pueda, cada día más, configurarse con Cristo.

Formar bajo el criterio de estas áreas, implica que los que optan por el sacerdocio, son hombres comunes, con defectos, debilidades, errores, como cualquier otro individuo. Sin embargo, éste es elegido por Dios de entre los demás hombres, para marcar la diferencia, para dejar a un lado sus realidades negativas y debilidades, para responder completamente y eficazmente a quien le ha llamado.

Y por supuesto, estos serán los sacerdotes de nuestra sociedad, el sacerdote cercano, amable, honesto, pulcro que se construye en el área de formación humana, el sacerdote piadoso, espiritual, mariano, adorador, que se erige en el área de formación espiritual, el padrecito que instruye al pueblo, que lo forma en la fe y de manera integral, que se preocupa por la formación de su feligresía, que se crea en el área de formación intelectual, el curita que se acerca al pueblo, que lo escucha, lo acoge, le acompaña y lo guía, que enseña a su pueblo a Evangelizar (anunciar la palabra de Dios); éste se hace en el área de formación pastoral y finalmente el sacerdote que aprende a compartir, a celebrar, a festejar junto a su pueblo y quienes le rodean, haciéndoles parte de su núcleo familiar y personal.

Precisamente éste es el tipo de sacerdote que desea tener toda parroquia, toda comunidad; es por ello, que todos aquellos jóvenes, que estén en la polémica, sobre si su opción de vida es o no, el sacerdocio, han de revisar la exigencia antes expuesta, que implica el seguimiento de Jesús; reconocer que es un camino bastante difícil y lleno de tropiezos, pero que vale, como se dice coloquialmente, la pena y también la vida para llevar la Buena Noticia de Jesucristo al mundo entero.

La gran tarea de todo laico (bautizado) es orar siempre por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, pues ellos serán nuestros futuros pastores en la fe. Nos introducirán a la Iglesia por el Bautismo, nos reconciliaran con Dios en el sacramento de la confesión, para poder recibirlo en la Eucaristía. Nos ayudarán a reafirmar nuestra fe en Dios en la Confirmación y luego nos guiarán para que optemos de manera correcta ya sea al matrimonio o a la vida sacerdotal y religiosa. Finalmente estarán con nosotros en los momentos difíciles de nuestra vida, de manera especial en los de enfermedad, pues nos reconcilian con Dios, y nos fortalecen el cuerpo y el espíritu a través del sacramento de la Santa Unción.

Por eso tu tarea y la mía, es orar por ellos, para que Dios llame y elija a muchos buenos y santos sacerdotes. Y tu joven, no dejes de preguntarte y de escuchar en el silencio, la voz de Dios que puede estarte llamando a ser uno más de los trabajadores de Cristo para contribuir con el mejoramiento de nuestra sociedad.

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