según Karol Wojtyla en su obra Persona y acción.
Smta. Onías Rojas
oniasr95@gmail.com
Karol Jozef Wojtyla nace en Wadowice, Polonia el 18 de mayo de 1920, estudió en la Universidad Haghellonica de Cracovia antes de que estallara la II Guerra mundial (1939-1945), luego, ingresa en el Angelicum de Roma. Es ordenado sacerdote en 1946 y electo Papa en 1978. Muere, finalmente, en mayo del 2005. (Barrio, 2005 p. 572, 589)
En la obra Persona y acción (1969) de Karol Wojtyla, se refleja de modo general un pensamiento personalista de la visión del hombre contemporáneo analizado en base a la fenomenología de Max Scheler. Dentro del pensamiento personalista de Wojtyla, juega un papel importante el actuar del hombre, por lo que se toma el estudio del mismo a través su acto. La integración de la persona en la acción, se toma de la tercera parte de la obra mencionada.
Wojtyla parte de que el actuar es sólo de personas, es una realidad dinámica propia del hombre. Entiéndase por acción, la actuación intencionada y deliberada del hombre. Con esto se procede al estudio de la persona en la acción, teniendo en cuenta que el hombre se conoce por su acción. Para ello, Wojtyla parte, en primer lugar, explicando desde la fenomenología, su concepción antropológica. Y luego, la aplica a una visión existencial de la persona para que se dé la integración de la misma en la acción.
Wojtyla, considera que para la integración de la persona en la acción hay que tener en cuenta dos fundamentos a partir de la estructura del hombre, que distingue a éste, de un ser meramente natural. Primero, autogobierno: que indica a la persona en cuanto es aquella que se gobierna así misma y está sujeta y subordinada a sí misma; y luego, autoposesión: que indica a la persona en cuanto es aquella que se posee a sí misma y está en posesión de sí misma (cf. Wojtyla, 1982, p. 222). De esta manera se da el primer paso, es decir, se concientiza a la persona de estas dos capacidades, gobernarse y poseerse, y así toma parte en ella la autodeterminación que se entiende como el ejercicio, del hombre, de estas capacidades (cf. Wojtyla, 1982, p. 226). La persona, entonces, busca en sus actos, la trascendencia, esto es, que por el hecho de asumir esas capacidades comienza ver más allá de su realidad física.
Con esto, la persona pasa a concientizar, también, sus dimensiones, y Wojtyla, presenta éstas como dos elementos por los que la persona se manifiesta, a saber: soma y psique, los cuales toman parte activa en la integración (cf. Wojtyla, 1982, p. 231). A cada uno corresponde una característica. Al soma corresponde la reactividad y a la psique la emotividad. El primero, el soma, es la totalidad del hombre en cuanto ser físico, esto comprende el cuerpo con todo el organismo y su funcionamiento; y la reactividad es la respuesta del soma a estímulos externos, es decir, la alteración del cuerpo (cf. Wojtyla, 1982, p. 234). El segundo, la psique, es propia de las manifestaciones de la vida del hombre, que no son en sí materiales pero que muestran dependencia o condicionamiento somático, como el ver, el sentir y las emociones (cf. Wojtyla, 1982, p. 235).
La función psicosomática, toma parte en la persona para su integración en la acción, en cuanto asume las capacidades antes mencionadas, no porque sean independientes de la persona sino porque tiene sus propios dinamismos que deben ser integrados por la persona en el momento de su manifestación, es decir, en la acción.
El cuerpo es el fundamento esencial del hombre, por él, la persona se expresa externamente y el hombre se realiza como persona; por eso Wojtyla, atribuye al cuerpo la movilidad (cf. Wojtyla, 1982, p. 237). El cuerpo es objeto de la persona en cuanto ella debe gobernarlo y poseerlo para la acción (cf. Wojtyla, 1982, p. 238) y por ser parte de la naturaleza, el cuerpo en su reactividad, manifiesta la vitalidad como respuesta instintiva natural de supervivencia (cf. Wojtyla, 1982, p. 245).
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